Antaño
el buen hacer en política era algo reconocido y valorado. La caballerosidad, el
parlamentarismo y la buena educación mediaban y dirigían los asuntos públicos.
Conceptos como el bipartidismo en EE.UU. donde el "fair play" y el
juego limpio de respeto a la mayoría y la minoría se conjugan en los temas
clave, o la modélica transición española, dónde se sentaron a pactar una
Constitución y a poner en pie a todo un país desde el respeto al otro, el pacto
y el diálogo hasta la extenuación, son ejemplos de cómo debería ser el ejecicio
de la "res pública", de cómo nuestros representantes públicos se
deberían de comportar y ejercer su mandato representativo la de soberanía
popular y la encarnación del poder ejecutivo al servicio de los ciudadanos.
Pero a dia de hoy, nada más lejos de la realidad.
Nuestro
sistema democratico, acaecido de muchos y profundos problemas que hacen que se
ponga más de lo que se debiera en entredicho, además ha de soportar unos
actores que dejan mucho que desear, poniéndolo a veces en la picota. Si nos
centramos en la Comunitat Valenciana, el nivel de ciertos nombres propios que
se dedican a este menester es de juzgado de guardia. Políticos de saldo, que
auspiciados por las redes sociales -verdaderas centrifugadoras de dimes y
diretes-, que rayan el esperpento y la mala praxis. La torticera utilización de
esas redes comunicativas de internet, basadas en la impunidad y en el regate
corto, en las manos de estos elementos que juegan con la política real y
nuestras instituciones, hacen que se conviertan en meros perfiles abusadores
del insulto y la descalificación. De nueva política nada, más bien mala política.
Que
personas que dirigen la Generalitat Valenciana
-aunque sea sacando los peores resultados de la historia del PSPV y pactando
con todo lo que se mueva- se descaren de manera inconveniente y abrupta por las
redes sociales no es de recibo. Y menos aún la actuación de ciertos escuderos
de este nuevo régimen, que han hecho de sus intervenciones en Corts Valencianes
monumentos al exabrupto y la malidicencia, la cual también observamos en sus
perfiles sociales. Sólo saber ejercer la política desde el matonismo y el
linchamiento no es aceptable. Sólo desde el insulto barriobajero y la
prepotencia intolerante parece que ejercen su función, repartiendo estopa a
diestro y siniestro desde internet. La peor bajeza posible.
Parece
que esta izquierda que nos ha tocado sufrir sólo sabe expresarse desde la
descalificación. Aupados quién sabe a dónde por una altura moral autoimpuesta,
desde la cima de la ejemplaridad y la razón conceden patentes de corso a quién
les baila el agua según su parecer, y a quién no, pues a acribillarlo de manera
inmisericorde. No nos merecemos estos políticos de saldo, mejor estarían en una feria. Con todo mi respecto a los feriantes, cien veces mejores.
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