Juan Vicente Pérez.
Que el PPCV es un
partido en constante evolución, que en los últimos tiempos ha
sabido sobreponerse a la adversidad ad intra, gestionando una
profunda renovación interna en todas sus estructuras orgánicas es
una evidencia que a veces pasa demasiado desapercibida. Una
renovación constante desde el 2011 que ha intentado sortear la
implacable presión mediática y el ataque furibundo de una oposición
que sabía lo mucho que tenía que ganar y lo poco que perder, pese a
lo vacío de su discurso. Y así ha sido. Los resultados de las
últimas confrontaciones electorales abrieron todas las luces de
alarma, no solo aquí, que también, sino especialmente en Génova
donde son conscientes, aunque no nos lo demuestren, de la importancia
capital del PPCV en el escenario electoral nacional.
Nombres que pasan y
nombres que entran, generando una intensa actividad interna que
denota la amplitud del banquillo popular, no solo desde el punto de
vista cuantitativo, al ser la primera fuerza política de esta
Comunitat, sino especialmente cualitativo, por la extraordinaria
validez de unos cuadros dispuestos a asumir el reto de reivindicar la
Política como la noble actividad de servicio a los demás, la
participación como mecanismo de apertura a la sociedad y la
transparencia desde ese compromiso con los ciudadanos.
Una apuesta decidida y
valiente de una fuerza política que conjuga lo que dice con lo que
hace, y que con la designación de Isabel Bonig como nueva líder de
los populares valencianos hace buena la frase de la premier británica
Margaret Tatcher: “En política,
si quieres que algo sea dicho, díselo a un hombre; si quieres que
algo sea hecho, díselo a una mujer”. Toda una declaración
de intenciones que pone en valor la impronta femenina de la formación
popular. Nuevos aires para una organización huérfana de referentes
desde hace tiempo y sumida en el caos mediático que ha socavado su
propia credibilidad. Un reto apasionante para una mujer que no se
arruga ante la adversidad y que hace honor a ese apelativo ganado a
pulso de la Tatcher de la Vall.
Todo un homenaje a una persona con la que comparte muchas de sus
cualidades y con un don innato para la Política. De ahí el
nerviosismo de la Izquierda que ante su vacuo discurso victimista y
demagógico va a tener enfrente la rotundidad de los argumentos, la
firmeza en los planteamientos y la inteligencia femenina para jugar
con puño de hierro en guante de seda.
No se trata de una
aplicación exacta de la Teoría de Juegos, donde el halcón se
vuelve paloma y a la inversa. Se trata de recobrar ese alma y ese
espíritu perdido desde la profundidad y validez de unos principios y
valores que han hecho grande al Partido Popular, y que hoy recobran
más protagonismo si cabe, ante la deriva frentista de una Izquierda
que no se frenará ante nada con tal de mantener el poder. El PPCV
debe recobrar ese pulso perdido, y la apuesta por Bonig debe ser ese
revulsivo que recorra las filas populares y rearme al partido para
afrontar unas legislativas decisivas para el futuro de España y
preparar la reconquista de la Generalitat. Un PPCV que debe liderar
esa defensa de la Libertad desde el renovado espíritu regionalista y
revolucionario inclusivo de aquel Luis Lucia de dignidad
insobornable.
La pasión que
desprende en cada gesto, en cada declaración, la vehemencia en la
defensa del espíritu reformista y liberal desde una inequívoca
vocación valenciana, la amplitud de una sonrisa que constata la
serenidad de una mujer comprometida, que habla sin tapujos ni medias
tintas, son argumentos que deben avalar ese nuevo aire de los
populares. El reto es apasionante, la apuesta decidida, la respuesta
ha sido unánime, el objetivo está definido y la estrategia marcada.
No se resuelven los problemas sin lucha, porque para ganar una
batalla a veces hay que lucharla dos veces. El PPCV ha activado el
modo operativo. Ahora a ganar la calle.
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