Las primarias son un sistema muy implantado en la política anglosajona pero que nunca han acabado de funcionar en España. En los Estados Unidos, donde el sistema electoral se basa más en la persona que en el partido, y el Presidente está acostumbrado a recibir votos en contra de sus propios senadores, su largo proceso de primarias ayuda a que el futuro candidato a la presidencia vaya acaparando atención mediática y se le perciba como un ganador que se impone a sus rivales—algo imprescindible en una cultura tan obsesionada con los ganadores y perdedores como es la americana—; en España, sin embargo estamos más acostumbrados a la disciplina de partido, así que las primarias se plantean como un enfrentamiento donde las opiniones apenas distan para no desmarcarse de las líneas marcadas por el partido, o son un enfrentamiento abierto al público donde en vez de un ganador se trasmite la imagen de un partido dividido.
A estas alturas de semana ya sabemos quien ha sido el ganador—Sánchez—quién el perdedor—Díaz—, y hasta quien es la víctima colateral—Puig cuya falta de liderazgo ha dejado de ser un secreto a voces y ha quedado envidenciada ante el resto de las agrupaciones socialistas—, pero aún no sabemos la respuesta a la pregunta básica de las primarias ¿ha acertado la militancia al preferir a Sánchez en vez de a Díaz?
Tanto sus críticos como sus defensores perciben a Sánchez como un aliado potencial de Podemos, un análisis en mi opinión erróneo puesto que Sánchez no viene a sumar con los de Pablo Iglesias sino a competir con ellos ofreciendo a la electorado el mismo producto, pero con matices, claro.
Desde luego dar al PSOE un barniz más radical, aunque luego no lo practique, parece una mala idea a corto plazo puesto que no hay que olvidar que un partido como Podemos funciona bien entre en el desencantado voto juvenil, pero encuentra más reticencias en el voto de edades más avanzadas, y España no deja de ser un país con un nivel tan alto de envejicimiento que camina con paso firme, si es que no lo está ya, hacia una gerontocracia.
Sin embargo, sería de necios no entender que el auge de movimientos como el Frente Nacional Francés, el UKIP, o incluso Donald Trump, no se ha conseguido a través del robo de votantes conservadores, sino a base de atraer votantes de izquierdas que han dejado de creer en una socialdemocracia atada de pie de manos por tratados comerciales, como el CETA o incluso la Unión Europea, que reducen la acutación de la ciudadanía al poder de una mera junta de accionistas a la que se consulta poco y para aprobar cosas que apenas entiende.
Desde esta perspectiva, Sánchez quizás no esté desencaminado en su apuesta por presentar un PSOE que sea menos socialdemócrata y más un partido de izquierdas.
Comparte la noticia