Pues pinchazo y de los grandes. Ayer contamos unas ciento cincuenta personas como asistentes al gran acto de Ciudadanos en defensa de la Constitución y el Estatut. Ayer comprobaron sus líderes que no es fácil abrir heridas ya cicatrizadas ni utilizar en beneficio político propio una controversia simbológica ya superada por la sociedad valenciana. No entendí muy bien la convocatoria de este acto, realizado a destiempo (una vez pasado ese 25 de abril tan abrupto para los naranjas) y conformado por líderes del partido de Balears, Aragón y Catalunya. Si parece más que hayan reivindicado la tan añorada Corona de Aragón, que tan bien le fue a esta tierra valenciana por moderna y pactista. Ellos, Ciudadanos, que se presentan como el último dique contra el nacionalismo maligno que todo lo envilece, va y concentran a los representantes de los territorios asimilados por esa España uniforme e irredenta que tanto defienden y que se gestó allá por 1707 cuando Felipe V nos incorpora por justo derecho de conquista, borrando nuestros Furs de la faz de la tierra. Igual quería ser una performance de una novísima Nova Planta en el siglo XXI, vaya usted a saber.
Es que veo a estos de Ciudadanos muy mareados, y más en estos temas de la identidad valenciana. Mareados e incoherentes, sin trazar un discurso con sentido y congruente al respecto de su posición para con la Comunitat Valenciana, su personalidad y su futuro como pueblo. Y aunque se esfuercen en protagonizar fuegos artificiales folclóricos y que recuerdan más bien al búnker barraqueta de los años ochenta, no se pueden quitar la patina de ser el partido del centralismo y el recorte del Estado Autonómico. Si ejercen de neocentralistas y garantes de una Nueva Planta que nos homogeniza a Castilla, pues mal vamos. Piensan, en feliz titular del colega Vicente Climent, que España es Castilla ampliada. Y así no van a conseguir recuperar, de la manera tosca y burda como lo están haciendo, aquello que en su momento representó Unió Valenciana. Por mucho que Fernando Giner se esfuerce.
Mención aparte merece el vodevil que ha montado el Delegado del Gobierno en la Comunitat Valenciana Juan Carlos Moragues con su presencia en dicho acto. No sé si preso de sus palabras o dictado estratégicamente, la participación de Moragues en un acto de partido que no es el suyo, pues como que chirría un poco. Por mucho que al final se deslizara con que iría a título personal y su paso fuera sólo fugaz, a saludar a los amigos y se acabó. No debemos darle más trascendencia al hecho en sí, pero para este cronista ha supuesto una torpeza que puede muy mal entenderse. Y que seguro que avezados plumillas y analistas ya estarán componiendo otras lecturas más maledicentes. Yo me quedo con la asistencia de Xavier Pericay, diputado naranja en el Parlament de Balears e ideólogo de cabecera de Albert Ribera -junto con su compadre Arcadi Espada- en la conformación del mensaje nítido de Ciudadanos contra el nacionalismo de todo pelaje. Los nuevos padres de la recentralización española.
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