Desde finales de los años 40, no ha habido para Europa mejor aliado que los Estados Unidos. Potencia vencedora de la II Guerra Mundial, sin haber sufrido en su territorio continental las calamidades de la guerra, se erigió en gran potencia económica y política mundial, con su capacidad de producción industrial y agrícola intactas, en contraste con la apocalíptica situación de los países europeos, vencedores y vencidos.
En la ulterior división del mundo en bloques, Estados Unidos, con su capacidad militar y de reconstrucción, fue también el garante del resurgimiento económico de los países europeos y de su independencia frente al entonces enemigo, la Unión Soviética.
Por supuesto, esto no era fruto de una filantropía espontánea. Era parte de una estrategia geopolítica y comercial que benefició a Estados Unidos al punto de convertirse, tras la caída del bloque soviético, en la potencia hegemónica mundial. Ha sido pues una relación de la que tanto europeos como estadounidenses nos hemos beneficiado, aunque los segundos hayan ganado más.
Pero el mundo de la geopolítica no es algo estático ni mucho menos cartesiano. Está en constante movimiento y con ese movimiento las relaciones se suavizan, se tensan, se rompen, se reconstruyen, se invierten, se renegocian.
En el momento actual vivimos una situación de agudización del unilateralismo por parte de la Administración Norteamericana. No es una sorpresa. Desde el principio de su mandato, el actual Presidente Norteamericano ha dejado claro el axioma de “America first”. Ha tomado una serie de medidas tanto en política internacional como comercial, muy ajustada y coherente con su programa y sus promesas a su electorado.
La salida del acuerdo nuclear con Irán, la política de aranceles a las importaciones, la tensión provocada con los socios en la última reunión del G-7, son apenas algunos ejemplos de esta nueva política unilateralista de la actual Administración Norteamericana.
El fin es imponer el criterio y los intereses americanos tanto sobre los países no alineados con los Estados Unidos, como sobre los países aliados y socios.
Ejemplos como la salida de las francesas Total y Peugeot de Irán, ante la amenaza americana de sanciones, son muestras concretas de cómo esta política unilateralista está afectando ya a los intereses Europeos.
Europa se encuentra ahora en una encrucijada. O bien obedece disciplinadamente la unilateralidad de esta Administración Americana, perdiendo así toda su soberanía y credibilidad internacional tanto en materia política como comercial. O bien, se planta y defiende que la relación entre aliados ha de ser una relación entre iguales, por mucho que uno de los miembros sea mucho más fuerte. Si no hay deliberación entre socios, negociación, acuerdos que impliquen concesiones de todas las partes para alcanzar un beneficio compartido, la relación pierde su carácter de alianza y se convierte en una relación de vasallaje.
Paradójicamente, hoy en día, Estados Unidos es, comparativamente, menos fuerte y su fuerza de disuasión es menos necesaria que en tiempos de la guerra fría con la Unión Soviética.
Por supuesto siguen existiendo muchas amenazas internacionales, algunas nuevas y otras más conocidas. De hecho asistimos en numerosas ocasiones a episodios de gran tensión con Rusia. Sin embargo el presupuesto Ruso para defensa hoy en día, de unos 60.000 millones de Euros, es equivalente al Francés e incluso es algo menor al Británico. Por lo tanto el escudo protector americano, siendo siempre una garantía más que bien acogida, no tiene ya esa condición de ineludible como lo era hace 30 años.
Desde la perspectiva comercial, entre Estados Unidos y la Unión Europea, representan aproximadamente el 50% del PIB mundial, prácticamente a partes iguales un 25% cada bloque. Tenemos desde Europa muchos intereses e inversiones en Estados Unidos, como Estados Unidos tiene muchos intereses e inversiones en Europa. El statu quo de no agredir los intereses cruzados de una y otra parte, incluso la estimulación y apoyo a los intercambios comerciales mantenidos hasta ahora, comienza a resentirse y asoman las primeras amenazas de represalias de uno y otro lado.
Por lo tanto el multilateralismo, no es sólo una cuestión de opción política, es una imposición de la propia realidad.
El gran punto débil de la Unión Europea es su propia estructura y las necesidades políticas internas de cada país miembro. Pero es imprescindible crear un frente común en política exterior por parte de Europa. La próxima Cumbre Europea del 28 y 29 de Junio va a servir para medir el índice de cohesión interna de la Unión y va a marcar la capacidad de articular una política exterior común.
La alianza con Estados Unidos, a todos los niveles, económico, estratégico, militar, sigue siendo no sólo deseable, sino necesaria. Pero debe de recuperarse urgentemente la iniciativa en política internacional por parte de Europa. Una iniciativa para recuperar la relación de alianza que se ha perdido con Estados Unidos. Una iniciativa que permita recuperar el multilateralismo frente al unilateralismo. Multilateralismo que es propio del ADN de Europa, que es la esencia de su propia existencia y que fue, hace décadas, la razón básica de su nacimiento.
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