Carlos Gil. ¡Pedro Sánchez
ha vuelto! No, no me
alegro, ni mucho menos. Digamos, mejor, que me asusta la duda
de que su regreso
pueda aportar algo positivo al actual panorama político
español, visto que ha
vuelto como se fue, sin haber aprendido nada de todo el
proceso que lo apartó
de la Secretaría General socialista.
¿Qué parte del
“No al no-es-no”
no habrá entendido Sánchez? Durante muchos meses, demasiados
para lo que España
necesitaba, hizo primar su egoísmo, ególatra y egocéntrico,
anteponiendo sus
ansias de alcanzar la Presidencia del Gobierno, cómo fuese y
con quien fuese, a
la estabilidad política y a las expectativas electorales,
presentes y futuras,
de su partido.
La política
actual obliga a
abandonar las diferencias geométricas entre izquierda y
derecha que nada aportan
a un mejor resultado. El electorado que ocupa el centro del
espectro político
ha perdido la perspectiva de qué hay a un lado o a otro. Solo
pretende una
gestión efectiva, eficaz y eficiente de los recursos públicos
y el líder de un
partido que presume de vocación moderada no puede obviar esta
nueva perspectiva.
Sánchez debería
ver lo
significativo que resulta que quienes fueron “sanchistas de
pro”, hayan sido
los primeros en presentar su candidatura a las primarias.
Igual que debería
analizar porqué, tras una deriva bajista del PSOE, se ha
repuntado en las
encuestas del CIS ahora que él está fuera de la dirección
socialista. O porqué
el presidente de la Gestora es el político mejor valorado por
los españoles, sin
otro mérito que el de ser capaz de alcanzar un pacto de
estabilidad con el
Partido Popular y con Ciudadanos.
Mientras Sánchez
se ciegue en los
aplausos de esa parte de la militancia que jalea sus ansias,
sin ver que hay
otro colectivo, mucho más determinante para el futuro de su
partido, llamado
electorado, su nueva elección como Secretario General puede
acabar de dinamitar,
desde dentro, a un partido que lleva ya mucho tiempo batiendo
records en
negativo. A ver qué pasa.
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