Algo pasa con los macro-conciertos
valencianos que parece no funcionar y provocan debates muy agrios entre los
partidarios del derecho a la tranquilidad y los que consideran que estos tienen
muy poca paciencia y que sólo son tres o cuatro días, primando el derecho al
libre mercado y generar economías beneficiosas para nuestras tierras a través
de los centenares de miles de “Arenal
Sounders” y “Marenostrumers” que
quieren venir a Borriana y a Alboraya a escuchar buena música y pasárselo bien
en la playa.
Los kilos de paciencia
se los coge cada uno a su libre albedrío y, por lo tanto, el vecino que
considera que no se está cumpliendo la ley y se están perjudicando sus derechos
fundamentales, tiene el legítimo derecho a
acudir a la Justicia. Y, cuando eso ocurre, es la Justicia quien fija
los limites.
Así, vamos a ver qué es
lo que pasará con el Arenal Sound que tiene de los nervios a mis hijos, y ya
hemos visto lo que ha pasado con el Marenostrum de Alboraya, que se ha
cancelado a muy pocos días de su celebración.
Para haber conciertos,
previamente debe haber orden. Una planificación a cargo de las Consellerias que
regula los espectáculos públicos y el territorio y los ayuntamientos de los
términos municipales en los que se quieren celebrar estos eventos que, por
cierto, son muy beneficiosos para nuestro turismo.
Ahora, que desde la
Dirección General de Vertebración del Territorio se están impulsando múltiples
Planes de Acción Territorial de tipo, no sería una mala idea ordenar aquellos
lugares en que, de forma puntual, durante tres o cuatro días al año se pueden
celebrar estos macro-festivales de música. Y poner orden a estos eventos desde
todos los puntos de vista: de recepción de turistas, acomodo, prestación de los
servicios básicos necesarios, la instalación de los negocios móviles que
conlleva este flujo multitudinario de gente y, sobre todo en los tiempos que
corren, de orden público. Pero lo fácil es no hacer los festivales ¿verdad?
Vicente J. García Nebot
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