Manuel Sierra. FOTO EPDA En las autonómicas del año que viene, solo nos queda el PSPV-PSOE como alternativa de partido de gobierno. Un PPCV con heridas producidas por la corrupción que solo el tiempo podrá cerrar (cuatro años de oposición no parecen tiempo suficiente...), un Cs que ni está ni se le espera en esta tierra, gravemente herido en su estructura, especialmente en la provincia de Valencia, debido a la creación del nuevo partido de José Enrique Aguar, antiguo miembro de la organización de Rivera y que ha creado CSD básicamente de los enfadados de este colectivo y un Compromís, que ha demostrado que allí donde lidera gobiernos progresistas (como en Valencia Ciudad) crece la crispación y la tan cacareada democracia abierta (contar con todos los colectivos, dar voz a los que no tienen, blablabla...) queda en saco roto cuando alguien cuestiona alguno de sus proyectos estrella (como ese terrible error de quitar las pasarelas de la avenida del Cid o la proliferación hasta la extenuación de carriles bicis en detrimento de hasta la llegada de Ribó a la alcaldía, fluido tráfico motor en la capital), demostrando ser incapaces de gobernar para todos y hacerlo únicamente para su parroquia. Viendo tal y como están aquellos que aspiran a ser partidos de gobierno en la Comunitat Valenciana, te das cuenta que solo nos queda el PSPV-PSOE.
Único partido de los cuatro con aspiraciones a ganar unas elecciones en nuestra comunidad, capaz de poder llegar a acuerdos tanto con partidos a su derecha como a su izquierda, con estructura en todo el territorio y con la tranquilidad, para aquellos votantes progresistas que creen en la estabilidad, como uno de los valores que ha de aportar cualquier gobierno, que votar a Ximo Puig en las próximas autonómicas, no es tirar el voto a la basura y por contra, sí que es un voto útil para neutralizar a los radicales (la derecha más extrema liderada por Sentandreu y Vox, más organizada que nunca, anunciando su pistoletazo de salida para mayo, por medio de una convención) y con opciones por primera vez en mucho tiempo de conseguir representación, ante el desgobierno en los partidos de la derecha y un Compromís, que con sus políticas, hacen crecer en muchas ocasiones, estos fenómenos extremistas, que ya parecían enterrados en la difícil transición valenciana.
Desde estas palabras, hago un llamamiento al votante más progresista del PP y Cs y a los desencantados por la 'nueva izquierda' de Compromís y Podem, que han demostrado no ser tan 'nueva' ni tan 'izquierda', para convertir al PSPV-PSOE y a Ximo Puig, en la primera fuerza política de la Comunitat Valenciana, en que esta no tenga tanta dependencia de un nacionalismo camuflado de nueva izquierda, que no representa el sentir mayoritario de los valencianos y tener la capacidad suficiente, para pactar en cada momento con el que más convenga para los intereses de los valencianos.
Las mayorías absolutas quedaron atrás, pero no subestimemos la importancia de una gran mayoría para el partido ganador de unas elecciones, que sepa marcar el rumbo de un proyecto político progresista valenciano, dentro de las reglas del juego, marcadas por nuestro Estatuto de Autonomía y la Constitución.
Son muchos los proyectos que uno puede poner en marcha desde una organización partidaria, pero la preparación de unas elecciones y llegar a cuantos más colectivos mejor para que estos, con su voto ofrezcan su confianza a las siglas que representas, es una de las más importantes y apasionantes. Sería muy interesante que todas esas ejecutivas comarcales y locales que están a punto de cerrarse en el PSPV-PSOE, como la de la Hoya de Buñol-Chiva, liderada por Lucas Ferrando, se convirtieran 'de facto', en comités de campaña para llegar lo mejor situados posible a mayo de 2019 y transmitir esa realidad a los valencianos y es que en 2019, 28 años después de que Joan Lerma ganase las autonómicas por mayoría absoluta, una fuerza progresista puede liderar unas elecciones en la Comunitat Valenciana.
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