Renau y José Blanco. FOTO EPDA.
Renau, en distintos momentos de su vida como alcalde. FOTO EPDA.
Llevaba casi un cuarto de siglo gobernando Estivella ininterrumpidamente. Robert Renau se había convertido en toda una institución. Por méritos propios, tanto en su localidad como en su partido, el PSPV, que lo vio crecer y realizarse como político. Pero en la vida de todo gran hombre, llega el día en que se necesita cambiar. Renau había sentido que su etapa como primer edil había llegado a su fin. Todo lo que podía aportar como político a su amada Estivella ya se lo había regalado. Ahora quedaba disfrutar de los suyos con sosiego. Como reconoce, ‘‘hay vida más allá del Ayuntamiento’’.
Hombre tranquilo, culto e inteligente. Entendido en muchas materias, buen conversador y amante de la poesía, una afición que nunca ha abandonado,. Metódico en las formas y fiel a sus raíces. Ha disfrutado del cargo casi como una afición y la ha vivido con intensidad, saboreando los éxitos y soportando las amarguras.
El domingo fue un día triste para Robert. Sin responsabilidad política, veía como el partido al que amaba se desmoronaba por completo. Nunca había vivido una hecatombe que hacía temblar las siglas por las que él había luchado tanto. Fue duro para el viejo alcalde y diputado provincial, amigo de Joan Lerma. Por su cabeza le fueron pasando, una a una, las imágenes de la edad de oro del socialismo. La época de vino y rosas del PSOE en la que la gente confiaba en ellos. Era la era de González, de Lerma, de Ródenas. Era la época del propio Renau, que fue también diputado provincial. Todo se esfumaba el 22-M. Los valencianos ya no confiaban en ellos. Incluso los estevillenses le daban la victoria al PP por primera vez, aunque el gobierno está en el aire.
Adora a sus vecinos
Adora a su gente y de sus vecinos solos tiene buenas palabras. Robert siempre recuerda cuando, en la década de los 80, Estivella sufrió un gran éxodo de gente que abandonaba la localidad en busca de una vida mejor. Las industrias y empresas estaban desapareciendo como si de una de una plaga se tratara. El ayuntamiento, entonces gobernado por Renau, no encontraba la solución para el problema. Lo habían intentado todo, pero nada daba resultado. El número de habitantes estaba a punto de bajar de mil. Pero al final, recuerda Robert con cierta nostalgaia, el mejor revulsivo para aquella ‘crisis’ fue el carácter de los estivellenses. Tuvieron que sacar fuerzas de flaqueza y gracias a la unión de todos, pusieron fin a tan fatídica época volviendo a resurgir, como el Ave Fénix, de sus propias cenizas.
Renau tiene infinidad de historias que contar. ‘Batalletes’ de quien ha vivido mucho y que siempre está dispuesto a compartirlas con quien quiera escucharlas. Con una cadencia armoniosa, el viejo político desgrana, una a una, todas las anécdotas sucedidas en Estivella. Y lo hace porque ha tenido el privilegio de haber sido testigo de excepción del cambio histórico y social del municipio.
Orgulloso de que Estivella está completamente inmersa en el siglo XXI. ‘‘No le falta de nada’’. La vida cultural ha cobrado un extraordinario protagonismo entre sus gentes, que han sabido apreciar su patrimonio histórico, así como la música o el teatro. Robert dice que la gente ya no se va fuera a buscar el entretenimiento, que ahora se quedan en Estivella porque hay de todo. Pero el pilar fundamental es, sin duda, el asociacionismo. Las personas se unen para crear casi cualquier tipo de colectivo. De lo que sea con tal de darle vida al pueblo. Robert Renau señala que entre el baloncesto, la pilota valenciana, el fútbol, la colombicultura o el ciclismo, no hay deporte que no se practique en la localidad y por eso, sólo por eso, por ver a la gente vivir Estivella, vale la pena ser alcalde.
Su familia ha sido el apoyo más importante que ha tenido Renau. Un soporte fundamental en su carrera. Su mujer, hijos y nietos, han sabido comprenderle como nadie y mostrarle siempre una sonrisa ante los momentos amargos de su carrera. Robert Renau siempre se ha sentido protegido por los suyos y le han demostrado en todo momento que existe vida más allá del ayuntamiento y que esa vida es la más hermosa que podría que vivir. A todos ellos, en especial a su mujer, les estará eternamente agradecido por lo que han supuesto para él todo este tiempo.
El alcalde de antes y ahora
Pero los años pasan para todos y los cambios llegan y afectan a cualquier ámbito, ya sea personal, profesional o político. Y para Robert, es en este último ámbito, donde más lamenta esos cambios. Así, cuenta que antes, el alcalde era una de las personas más importantes de la vida social y económica del pueblo. Para Robert, entonces, la política local tenía un encanto especial. Ahora también, pero los políticos locales deben preocuparse por salvar su imagen porque, por culpa de unos pocos, uno de los trabajos más bonitos del mundo, que es el de servir y ayudar a la gente, se ha desvirtuado. Tramas de corrupción, abusos de poder, privilegios hasta ahora inexistentes. Y pagan justos por pecadores. Que las personas ahora los ven como a individuos que no trabajan y roban. Se lamenta y asegura que es verdad que se deben reformular muchos aspectos que influyen en la permisividad de las acciones de los políticos, pero que el mensaje que Renau manda a la gente es que son muy pocos los que no cumplen con su obligación y muchos los que están en política por vocación.
Si se arrepiente de no haber continuado en política, de nada sirve a estas alturas de la historia. A partir de ahora Robert Renau se pasea por Estivella como un vecino más. Ahora encontrará el tiempo que ha buscado durante años para disfrutar de la vida, de los paseos sosegados por la Sierra Calderona. Verá a sus amigos de toda la vida, aquellos que han esperado con ansia al vecino Robert, aquellos que le han guardado un sitio en la partida de dominó o de cartas. Robert Renau tendrá tiempo para leer, para viajar y para relajarse.
Dice que sentirá algo de morriña por no poder asomarse ya nunca más al balcón del despacho del alcalde. Pero asegura que si antes disfrutaba como político de su ciudad, ahora piensa gozarla como vecino.
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