José Salvador Murgui No quería escribir nada. No quiero ver ninguna televisión, no quiero
saber detalles. No quiero saber nada de este tema, porque desde el
primer momento sabía que “algo” iba mal. Y efectivamente así ha sido.
Hoy domingo a eso de medio día han empezado a circular las noticias más
amargas que se puedan dar cuando algo malo pasa en este mundo.
A partir de ese momento y desde hace unos días “Todos somos Gabriel”,
“somos pesacaito”, esa esperanza se ha desvanecido; la realidad es
muy diferente, real y dura, Gabriel está muerto.
¿Qué detalles envuelven esa muerte? No me son indiferentes, me son
tan próximos que agreden mi mente y taladran mis entrañas, porque
ninguno ni nadie de nosotros podrá ponerse dentro de la piel ni de
Gabriel ni de su madre ni de su padre. Te lo puedes imaginar, lo podrás
sentir… pero ese dolor acervo jamás será mío ni nuestro. Jamás porque
nosotros estamos vivos y Gabriel está en el Anatómico Forense.
Ante tanto dolor, ante tanta incertidumbre, ante tanto sufrimiento y
ante la cruda realidad: ¿Qué hago yo cómo ciudadano del siglo XXI para
poner fin a esa violencia congénita que me atropella a cada momento?
¿Cómo entiendo esa sociedad que finge dolor y apuñala por la espalda?
¿Cómo soy solidario, cuando me alimento de la indolencia de esas
noticias que solo despiertan odio y muerte? ¿Cómo grito justicia y
libertad, y quiero desterrar de mi vida cualquier episodio de muerte,
cuando la lista de muertos inocentes es tan larga y alarmante?
¿Nos queda algo por decir? ¿Nos queda algo que inventar, lazitos,
minutos de silencio, velitas… pulseritas…? ¿En verdad creemos que esa es
la solución cuando cada día durante las veinticuatro horas de emisión
de cualquier televisión, solo nos están mostrando MUERTE? Hagan la
prueba y vayan pasando emisoras a partir de ciertas horas, pongan las
noticias de cualquier canal… no hay nada bueno, NADA. Solo el tinte de
la maldad y desesperación, envuelve esta sociedad.
Y eso sí que me causa dolor, mal de estómago, y de cabeza, vivir en
una sociedad en la que eres consciente de que te alegras del mal del
otro, es una ruina. Vivir en una sociedad que el sensacionalismo y las
malas noticias nos torturan es tan inconcebible como dañino, y para mí
lo que es peor dar crédito a todo eso y que se transforme en norma de
vida es destruir al mundo.
¡Con tantas personas buenas, sabias, ejemplares, buen preparadas... y
que quedan envueltas en el más triste silencio y anonimato, cuando
ellas son un gran ejemplo donde mirarse nuestra sociedad!
Todos no somos Gabriel. Humildemente pido a mí mismo
y a aquellos que toman la molestia de leerme que empecemos a cambiar
el mundo. No podemos tener la conciencia dormida. No podemos vivir del
“chisme”, no podemos estar pendientes de las malas noticias, y sobre
todo debemos pensar en la educación y valores humanos que estamos
transmitiendo, y exigir, si EXIGIR, a quien corresponda que ponga cartas
en el asunto, tanta violencia nos lleva a la depresión. Tanta
incomprensión nos lleva a la nada. Tantos silencios evocan a la muerte,
y la muerte de un ser inocente, de tantos seres inocentes: hombres,
mujeres y niños, no tiene ninguna justificación.
La muerte natural para un cristiano, puede ser esperanza de vida
eterna. La muerte criminal e inocente solo merece el calificativo de martirio,
porque en esa palma que lo simboliza, posiblemente no haya habido
tiempo ni para el perdón de aquel que lo sufre, ni para el
arrepentimiento de aquel que lo provoca.
Gabriel… el cielo te podía esperar, más te han obligado a marchar con
una prisa tan veloz que ni tú ni los tuyos, merecías conquistar.
No tengo palabras… mi pensamiento no es capaz de asimilar tanta maldad.
Comparte la noticia