Susana Gisbert.
Acabamos
de pasar unos días de asueto, de los que aún queda algo. La
publicidad nos ha bombardeado por tierra, mar y aire con sitios
fascinantes a los que ir o cosas apasionantes que hacer en estos
días, climatología mediante. Y los informativos, además, nos han
dado cumplida cuenta de cómo el personal se distribuía por mar,
montaña y ciudades en un mini éxodo que se repite cada año, y
hasta cada vacaciones o cada puente. Nada nuevo bajo el sol, si es
que el sol se ha dignado salir, que a veces también coge vacaciones
para fastidio de más de uno.
Pero
no todo el mundo puede gozar de estos días de descanso. Es más, hay
quienes tienen que trabajar, precisamente, para que el resto de la
gente pueda disfrutar de estos días sin contratiempos. Me refiero a
todas las personas que hacen guardia para que las cosas sigan
funcionando: bomberos, jueces, fiscales, policías, abogados del
turno de oficio, personal sanitario y, en definitiva, todas las
personas necesarias para que los engranajes no se paren. Y a veces a
cambio de una compensación económica mínima, si la hay. Pero es
preciso.
Y
no solo en esos ámbitos. Quienes trabajan en hostelería,
conductores de taxis o autobuses, pilotos y un montón de personas
más sin las cuales las vacaciones ni siquiera serían posibles.
También es preciso.
Pero
no me quiero olvidar de alguien esencial. De alguien que jamás toma
vacaciones, y que no entiende más descanso que, en todo caso, el de
cambiar el trabajo de lugar para seguir haciendo el mismo. Me refiero
al trabajo doméstico, a esa ocupación permanente que tan poco se ha
valorado. Cuidar a niños, a personas mayores u ocuparse de la casa
un día tras otro, sin que el calendario señale nunca el momento de
tomarse un respiro. Recuerdo que, cuando era niña, mi madre, como la
mayoría de las madres de este país y esa época, nos dedicaban
todas las horas del día en cuerpo y alma, fueran vacaciones o
período lectivo, fuera verano o invierno, Semana Santa o Navidades.
Ya no vivimos los mismos tiempos, pero todavía hay quienes siguen
llenando todas las horas del día con labores de cuidado ni
retribuidas ni agradecidas. Y, en su mayor parte, mujeres, que
todavía tenemos que seguir avanzando par ser cada vez más iguales.
Por
eso hoy, cuando todavía quedan unos días de asueto -al menso en mi
tierra-, quiero dedicar mi pequeño homenaje a quienes desde sus
puestos de guardia, sus establecimientos o desde sus hogares, no han
podido descansar para que el resto del mundo lo haga. Gracias.
SUSANA
GISBERT
(TWITTER
@gisb_sus)
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