Miguel Navarré Cuando el rey Luís XIV construyó su residencia eterna en Versalles, la concibió como un pueblecito pequeño alejado de los problemas, su coto privado de caza, su cortijo. En el Gran Trianón, el monarca dispensaba prebendas a los súbditos nobiliarios, organizaba ceremonias fastuosas que acarreaban inmensos gastos protocolarios, y ya en su despacho, el "rey sol" remataba su gestión a través de una vida de placeres con mujeres que tenían en común altas graduaciones nobiliarias.
Con la crisis económica de 1788 y 1789, el pueblo parisino inició un periodo de transformaciones políticas que desembocaron en la consagración de nuevos derechos, en una nueva era. ¿Estamos hoy también en el inicio de una nueva era? Nuestra comarca del Camp de Turia se ve acuciada por el problema del desempleo, la falta de expectativas de la juventud, los bajos salarios y la precariedad laboral. El tejido laboral de nuestra tierra ha sido la agricultura, la industria y el turismo. Las fuerzas políticas de nuestra tierra debemos unir fuerzas para potenciar el turismo en sentido amplio, el cooperativismo agrícola, el emprendedor, que tantos esfuerzos realiza para sacar adelante su negocio, la pequeña y mediana empresa, y el sector público.
En un periodo tan convulso, el representante político de nuestra comarca tiene la obligación de evitar gastos superfluos, de cambiar el fasto de un vino de honor por la ayuda a la familia que tiene que pagar un alquiler social; de evitarnos el desfile de carruajes oficiales con algunos de nuestros representantes de las altas esferas al llegar las fiestas de verano sobre todo cuando muchos ciudadanos acuden a los ayuntamientos en busca de trabajo y no tienen dinero para pagar la luz o el agua. Es tiempo de humildad en la gestión del dinero público. La administración pública debe fomentar también el empleo en nuestra comarca a través de talleres formativos en sectores que tengan alta empleabilidad y las ofertas de empleo público de calidad.
Y tras estas líneas sobre la comarca, querría detenerme en mi tierra, Casinos. El casinense siempre ha sido una persona trabajadora y luchadora. Nuestro sector agrario ha sido fundamental para la forja de nuestra personalidad. Al mismo tiempo, Casinos ha experimentado un proceso de Terciarización de la economía que se ha visto sacudido por la crisis. Debemos seguir potenciando la industria artesanal de las peladillas y turrones, pilar que va in crescendo con el aumento de las exportaciones nacionales e internacionales, y con la Feria del Dulce Artesano que se celebra año tras año.
La juventud es el futuro; démosles oportunidades, atraigamos empresas para que se instalen en nuestro pueblo. Sé que no es nada fácil; en la actual coyuntura las empresas limitan sus proyectos de inversión, pero intentémoslo, que nadie diga que pudo ser y no fue: adolecemos de una estructura industrial en sectores estratégicos. Quizás ese podría ser el camino, no exento de dificultades.
Y sigamos apoyando a nuestros mayores, el colectivo del "respeto", el que ha labrado un pueblo de costumbres, de productos agrarios de primerísima calidad y de derechos. A ellos se lo debemos todo: nuestra personalidad trabajadora y el carácter luchador. Ellos son los que han conseguido los derechos que ahora disfrutamos y que algunos quieren reprimir o "modular"; nuestros mayores son los que velan por la humildad y los que evitan día a día que en Casinos se establezca, metafóricamente hablando, un palacio de Versalles.
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