“No vayas a
pescar a caladeros
ajenos. Normalmente, el riesgo supera, en mucho, las
expectativas de éxito y
suele acarrear más problemas que beneficios”. Alguien debía
haberle explicado esto a Ximo Puig antes de su
discurso de clausura del Congreso del PSPV celebrado la pasada
semana en Elche
pero, al parecer, nadie lo hizo.
Puig ha iniciado
un nuevo viraje
del PSPV. La pretensión del nuevo rumbo lleva a que, quien
pretende ser el
principal partido valenciano de la próxima década, según sus
palabras, intente
basar su éxito en convertirse en una imitación sobrevenida de
su socio de
gobierno a quien, el propio PSPV, ha convertido en una amenaza
en su objetivo
de mantener la Presidencia de la Generalitat.
Al PSPV de Puig,
esto se le está
yendo de las manos. Aún no se ha dado cuenta, y nuevo no es,
que acercándose
más a los postulados de Compromís solo puede conseguir
aumentar su sangría de
votos, que no ha parado de crecer desde 1995, abriendo de par
en par la puerta
a sus votantes: por la izquierda, a quienes prefieren el
original al imitador
y, por el centro, a quienes prefieren políticas moderadas y
basadas en la
lógica y no en la intensidad de sus palpitaciones en cada
momento.
La invisibilidad
del PSPV, pese a
contar con la Presidencia de la Generalitat en esta
legislatura, les resulta mareante. Se han convertido en un
partido sin garra, sin atractivo y sin rumbo, que bastante
tiene con agarrarse
ante los golpes de timón de Mónica Oltra. Y, en la política de
estos tiempos,
no vale cualquier rumbo para hacer una buena travesía. El
electorado está
cansado de mensajes vacíos, incoherentes y carentes de
sensatez. Valga como
ejemplo, la afirmación estrella del Congreso, según la cual el
problema
territorial no es Cataluña sino el resto de España. En la
situación que estamos
viviendo en este tema me resulta escalofriante que el
presidente de la
Comunitat insinúe que somos todos los españoles quienes
estamos causando el
problema catalán. Aplaudo que Puig aproveche cualquier ocasión
para reivindicar
la financiación justa a la Comunitat Valenciana (podía haberlo
hecho también en
la anterior legislatura e incluso cuando su Partido, el PSOE,
aprobó en el
Congreso este modelo de financiación, pero nunca es tarde). Lo
que no es
permisible es que se use cualquier argumento, por temerario
que resulte, para
defender esta necesidad de nuestra tierra.
El escenario
electoral para 2019
se está convirtiendo en un baile de máscaras, en el que nadie
sabe quien es
quien y todos se esconden tras una apariencia que no es real.
El radical quiere
mostrarse moderado y el presunto moderado quiere acercarse al
radical. A ver si
al final va a haber otros que se llevan el pescado de este
caladero.