Aída Nízar tras salir de la casa de Gran Hermano VIP. FOTO TELECINCO.ES Gran Hermano VIP se estrenó flojo en Telecinco. La actual edición, con Aless Gijaba -¡Hola bebés!-, Irma Soriano y compañía, hacía saltar las alarmas a la cadena de Mediaset. Su audiencia estaba muy lejos de la que cosecharon las anteriores, especialmente en la que participó Belén Esteban. Así que, hicieron lo que mejor saben hacer, echar más leña al fuego. El tronco que encontraron se llama Aída Nízar, villana televisiva desde que participó en el formato de anónimos, que la catapultó a la fama. De Gran Hermano pasó por numerosos programas de Telecinco, desde Crónicas Marcianas a Sálvame, ganando amigos en cada una de sus apariciones.
Aída Nízar y su madre, María Ángeles, forman otro de los dúo filiomaternos más estables de la pequeña pantalla, superando incluso el tándem que en su día supusieron Yurena y y su santísima, la 'señora de ladrillo' de cuyo nombre no quiero acordarme. Tengo que reconocer que Aída&Mum me resultaban un tanto odiosas, básicamente por las formas grandilocuentes de demostrarle al mundo lo maravillosas que eran y su amor infinito a Dios. Pese a que se les intuía buen fondo, resultaban cansinas.
Mi opinión un tanto negativa sobre ellas ha cambiado. Este Gran Hermano VIP ha descubierto a una Aída Nízar que sigue teniendo un ego enorme, pero ha hecho esfuerzos por integrarse en la casa de Gran Hermano VIP y me ha parecido más sensata que antaño. El 'todos contra Aída' y, especialmente, el acoso de la italiana millonaria, una niña de papá maleducada y malcriada, me ha hecho redescubrir a una persona que merecía haberse quedado en la casa de Gran Hermano VIP. Su expulsión, por tanto, me parece totalmente injusta.
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