Eugenia Castaño.
Dos
personajes tan distantes como similares, los separa un contexto
histórico, una forma de ver el mundo, de vivir, de ser, un océano,
una época; pero los une su soledad, su enorme sufrimiento y la gran
sabiduría que experimentaron ellos a través de estos estados del
cuerpo en enfermedad e indefensión para llegar a la caverna más
oculta de su existencia y poder realizar una catarsis única e
individual que después proyectaran al mundo.
Pareciera
ser que cuando el sujeto llega a esos estados más íntimos, de
carencia, de convivir con el dolor físico o interior de forma
permanente, se producen una serie de códigos que alcanzan las más
altas esferas del ser para regresar a ese asombro y a ese umbral que
lleva a la resistencia, persistencia y hondura que de otra manera
sería imposible de desarrollar.
Nietzsche,
buscando a un Dios, llega a una conclusión del super hombre, pero no
aquel equivocado concepto que utilizara su hermana nazi para explotar
los conocimientos de su hermano en favor de una depravada intención
política y social con la enfermiza llamada raza aria, porque
precisamente el filósofo iba en contra de cualquier explotación y
abuso del individuo y era contrario a algún modo de nacionalismo.
La
Kahlo a través de su propio cuerpo y alma, con cada dolor sufrido y
resistido hasta llegar a la sublimación a través de sus
autorretratos para ella ser la super mujer que resiste, persiste y
pese a las circunstancias vive y disfruta al límite de cada una de
sus nuevas posibilidades.
En
ambos está presente el amor frustrado, traicionado o ausente,
también la curiosidad y pasar por lo mundano hasta llegar a un
elixir del ser en su más sutil introspección. Otra similitud es su
ascendencia alemana y una formación directa o indirecta luterana.
En
el caso de Nietzsche el sufrimiento se manifiesta al ser testigo del
dolor de su padre, el perderlo a él y a su hermano, luego
experimentar el dolor en su propio cuerpo y el plantearse lo difícil
que supone conseguir felicidad. A la Kahlo el sufrimiento la visitó
desde muy joven y durante toda su vida estuvo presente en su propio
cuerpo y también por experiencias sicológicamente fuertes.
Ambos
sufren el aislamiento supremo, en el caso del intelectual alemán lo
escoge para encontrarse consigo mismo, lo que lo llevó a perderse
del todo en su propio ser y la Kahlo en una separación forzada de
una vida normal y feliz por su situación, lo que expresaba tan
claramente a través de sus obras.
Es
el sacrificio de un solo hombre o de una sola mujer para pensar en sí
mismo y por ende en el mundo, en aquellos interrogantes que toda
nuestra especie tiene pero son pocos los que deben apartarse del
devenir de las masas o de las élites para pensar por todos y
responder los acertijos de la existencia.
Qué
más da si escribir o pintar el dolor, tanto Nietzsche como Kahlo nos
hacen ver reflejados en sus cuestionamientos y proyecciones, el
primero a través de sus letras, la segunda a través del pincel,
cómo nuestra especie humana es pequeña e incoherente y solo en esa
permanente convivencia con el dolor nos da un grado de conciencia y
comprensión más humana en el dolor del otro, porque hasta que no se
experimenta por sí mismo no se comprende su magnitud.
Plantea
Nietzsche en “El Loco” que hemos matado a Dios: “¡Busco
a Dios!” Allí había muchos ateos y no dejaron de reírse. Los
descreídos, mirándose con sorna entre sí, se decían: “¿Se ha
perdido?¿Se ha extraviado?”. Y agregaban: “Se habrá ocultado”.
“O tendrá miedo”. “Acaso se habrá embarcado o embriagado”.
Y las carcajadas seguían. El loco no gustó de esas burlas y,
precipitándose entre ellos, les espetó: “¿Qué ha sido de
Dios?”. Fulminándolos con la mirada agregó: “Os lo voy a decir:
Lo hemos matado. Vosotros y yo lo hemos matado. Hemos dejado esta
tierra sin su sol, sin su orden, sin quién pueda conducirla…”
Quizá pueden interpretarse sus palabras en el mundo de hoy, cómo
existe una inmunidad frente al dolor ajeno, incluso al próximo,
porque no hay valores para respetar, hay una incredulidad
generalizada por las acciones inmorales de aquellos que pregonan un
“dios” que sin importar la postura religiosa o cultural, el
concepto presupone unos valores absolutos del bien en la conducta
individual o colectiva, que se atropellan constantemente. Si se ha
matado a ese Dios, qué más se puede esperar en efectos de
solidaridad o búsqueda del bien por parte de ésta especie.
La
Kahlo "Me
retrato a mí misma porque paso mucho tiempo sola y porque soy el
motivo que mejor conozco." Ella también fue malinterpretada o
acomodada a un surrealismo que rechazaba porque ella lo que pintaba
era su más dura realidad y no los sueños. En sus obras se ve el
agradecimiento a los médicos, también esa confrontación entre la
felicidad y la desdicha.
Ambos
reflejan esa lucha y esa mirada a su yo más profundo, su dolor y el
mundo que les circunda. Cada uno a su manera, Nietzsche más
elaborado en su discurso y su búsqueda y Frida más apasionada y
escueta tienen un punto de encuentro en el que la soledad acompañada
de un inmenso dolor los llevó a dejar huellas imborrables que
sobreviven las generaciones por su autenticidad y porque encierran lo
que humanamente nos hace sentir identificados; todos en menor o mayor
medida lo experimentamos, pero ellos, estos dos escogidos de la
historia tuvieron que padecerlo, cuestionarlo, pensarlo y expresarlo.
Son ciertas individualidades las que dejan una semilla que germina en
los colectivos, imposible de desmembrar la relación
individuo-mundo-individuo, ya que ese embrión es producto de lo que
ese mundo y colectivo afecta al individuo que piensa o que crea.
En
lo cotidiano acaso sirve para algo esta disquisición y comparación
filosófica, quizá sea la respuesta exacta en cada uno según sus
circunstancias particulares una invitación a mirarse a sí mismo y
la relación yo y el mundo, el mundo y yo y cómo queda la historia
de ese yo en el lapso de tiempo que le corresponde.
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