Víctor Jiménez.
Hace
pocos días el presidente Puig dijo que cada vez que visita la
capital de l’Horta Nord y pasa cerca del cementerio, le viene a la
memoria la sangre derramada por miles de socialistas durante la
represión franquista. En un mitin multitudinario en Paterna dijo
además que, por todos ellos, los votantes y los militantes del PSOE
tenemos que tener la cabeza bien alta. La memoria colectiva del PSOE
también es la de quienes han pagado un precio alto por defender un
modelo social más justo.
El
PSOE no es un partido nuevo. Hay quien se esfuerza en hacer de este
hecho un argumento en su contra. Tampoco es nueva la táctica
comunista de embarrar a los candidatos socialistas, censurando
incluso las críticas de Pedro Sánchez a Rajoy, aproximando sus
posiciones a las de las derechas. Anguita no logró nunca con su
pinza cambiar la vida de la gente. Tan solo obtuvo la complicidad de
la derecha política y mediática, y el eco que le dio cierta fama de
político combativo. Nada más. Ni una sola ley. Ni un solo decreto.
Creo honestamente que Podemos-Compromis está a punto de lograr
exactamente lo mismo.
Tampoco
son nuevas las coaliciones de partidos minoritarios para sumar
escaños. Su único objetivo posibilista (reconocido sin ambages) es
crear un grupo parlamentario propio. La UTE no sirve para desalojar a
la derecha del Gobierno. Difícilmente se puede transformar la vida
de la gente con un objetivo tan poco ambicioso.
Detrás
de cada conquista social en España está el PSOE. La izquierda real
que hace leyes y decretos, que tiene la posibilidad de formar
gobierno, y que requiere una mayoría amplia para acometer un
programa electoral ambicioso. La izquierda que no es nueva pero sí
es limpia. La que ha legislado contra la violencia de género, a
favor de matrimonio igualitario. La que ha apostado por las energías
renovables. La izquierda que dejó llena la hucha de las pensiones y
subió las becas para todos los estudiantes. La que universalizó la
sanidad y construyó la mayor red educativa de nuestra historia. La
izquierda que logró que las universidades sean verdaderamente
públicas. Una izquierda que, afortunadamente, no es nueva.
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