Tan solo el fútbol o mejor dicho las grandes
competiciones deportivas jugadas por los principales equipos españoles son
capaces de congregar frente al televisor más de 6 y 7 millones de espectadores.
Unos datos ya inalcanzables para otros espacios en televisión. La audiencia, el
espectador, ha cambiado y la televisión y la medición de audiencias aún no y
eso se ha evidenciado claramente durante este año que recién termina.
¿Cómo debe afrontar la televisión su propio futuro?
Medición de
audiencias. Está claro que, como la
propia Constitución del país, el actual sistema de medición ha quedado obsoleto
y no representa la diversidad y las nuevas necesidades de los espectadores. Se
debe ir a por un método mucho más real contando con ese visionado online que
también entra dentro de los datos globales que una emisión logra por
televisión.
El modelo
Telecinco. Con La Voz con mínimos de
audiencias, el fracaso de GH Revolutión, la pérdida del liderazgo de Ana Rosa,
Viva la Vida que no llega a despegar, un Sálvame que funciona pero que no
brilla como antes demasiado ajustado a la competencia, un Pasapalabra al que le
han comido terreno y unas series donde apenas resiste La que se avecina y casi
por inercia, Telecinco debe asumir que sus grandes momentos pasaron y que un
examen de conciencia es necesario.
Descanso a
los grandes programas. Las bajas
audiencias de la última edición de GH empujan a Telecinco a que repita la
estrategia de TVE con Operación Triunfo. Dejó descansar el formato durante seis
años y ha vuelto por la puerta grande convirtiéndose, de nuevo, en un fenómeno
social, ¿quién lo diría? Lo que está claro es que la saturación continua de
realities ha llevado al público de T5 a la indiferencia, al hartazgo… T5 debe
saber vivir un trimestre o quizás más tiempo sin un reality.
Asumir los
bajos datos. El consumo televisivo
está por los suelos, sobre todo en prime time, por culpa de la televisión de
pago o las nuevas plataformas como Netflix. El ejemplo son series como Estoy
Vivo o Tiempos de Guerra que apenas han promediado 2,4 millones de
espectadores. Una cifra que hasta hace poco hubiera sido motivo de cancelación.
Tener en cuenta el share y su posición de liderazgo más que la cifra de
espectadores debe empujar a las cadenas a su renovación… o no.
La vuelta de
grandes programas. ¿Por qué no
recuperar míticos programas como Furor, Sorpresa, Sorpresa, El Semáforo o Qué
Apostamos? La nostalgia parece funcionar en televisión y está claro que los
nuevos programas de entretenimiento que se estrenan acaban no funcionando, a
excepción de Ninja Warriors durante este año.
El horario
de prime time. Debería ser incluso
obligado por alguna ley audiovisual, es inconcebible conciliar la vida personal
con ver un programa que termina a las 2 de la mañana por mucho share que se
busque. Al menos en la televisión pública que pagamos todos los españoles.
Sensación de
tirar la toalla. Antena 3 ha llegado
a tener hace pocas semanas hasta 3 noches con películas en plena temporada
alta. En ocasiones, se intuye una falta de decisión por estrenar programas, las
teles confían cada vez menos en los estrenos y parece que vamos a primes times
planos con cine por doquier. El riesgo ha quedado apartado.
Faltan
series familiares. ¿Os acordáis de
series como Quién da la vez o Médico de familia que congregaban a un gran
sector de la audiencia? La televisión actual mira más hacia series propias de
la HBO y similares que en realidad al costumbrismo español que siempre ha
triunfado (un costumbrismo español de calidad estilo Aquí no hay quien viva, no
Ella es mi padre o la alicaída y ya bochornosa La que se avecina) y que
llevamos en el ADN.
2018 se presenta como un año crucial para el actual
modelo de televisión que se empeñan en seguir las cadenas, y también en la ya
antigua medición de audiencias. Y mientras
el espectador va por otro lado…
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