Cuando leemos cualquier noticia sobre
alijos de marihuana, prohibiciones o nuevas leyes despenalizando su uso lúdico
o medicinal, o debates sobre permisividad o más o menos tolerancia, casi nunca
pensamos que sea un tema de verdadero interés público, como podría serlo la potabilidad
del agua o la investigación con células madre. Sin embargo, cada vez más enfermos
acuden a la marihuana medicinal como alternativa, medida paliativa, o para
diversificar un tratamiento que a veces se fija en el síntoma olvidando cómo
este repercute en el resto del organismo.
Para entender a grandes rasgos el
problema al que se enfrentan estos enfermos en España, tenemos que comprender
que no existe ninguna institución que dispense legalmente cannabis, ni médicos
que receten esta sustancia y la prescriban. Así, en el mejor de los casos, los
enfermos de glaucoma, cáncer o fibromialgia cultivan su propia marihuana,
comprando previamente las semillas por internet, o en el peor de los casos
recurren a la compra de esta sustancia en la calle. Este es quizás el punto más
problemático de esta cuestión, que obliga a enfermos en situación de
vulnerabilidad a enfrentarse a la compra de una sustancia ilegal en la calle y
sin garantías.
Es irónico que todo un mercado se
despliegue en internet vendiendo vaporizadores (que se usan sobre todo con fines médicos) o diferentes
tipos de semillas y ofreciendo una valiosísima información, mientras que en la
realidad hay una auténtica falta de opciones. Claro que no sería la primera vez
en que la realidad va por delante de la legislación…y viceversa. Por eso, cada
vez que escuchemos una noticia sobre marihuana, deberíamos entender que quizás
es un tema que está más cerca de las cuestiones serias que de los vicios
adolescentes.
En esto, Estados Unidos es un gran
referente, y una vez más se sitúa a la vanguardia de las reivindicaciones de
los consumidores que escogen esta vía como alternativa a la medicina
tradicional.
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