Cuando
miro a través de mis pupilas,
y
sólo veo la oscura incertidumbre,
mis
pupilas están tan dilatadas
que
ven ya muy cerca mi paso fúnebre.
La
justicia alargará mi agonÃa,
la
denuncia hará conocido mi nombre,
cuando
vea descubierta su hipocresÃa
se
vengará por sentirse más hombre.
Ya
son muchas las mujeres muertas,
ya
son tantas que a nadie le importa,
y
no estoy dispuesta a que ¡quizás!
mañana
esté precintada mi puerta.
No
habléis, después del lamento,
ni
digáis, que ya lo tenéis preso,
después
de muerta ya no importa
hacia
dónde volarán sus huesos.
Esto
no es aventura ni cuento,
esto
es una cruda realidad,
de
tantos hombres crueles sueltos
que
no tienen ninguna humanidad.
Si la gran mujer nos dio la
vida
no la dejemos sola en los rincones
y que se vean siempre
protegidas
de esos hombres maltratadores.
¿Qué esperabas del perro?
¿Qué
esperabas del perro
que
te lamió toda la vida?
¡
Sólo le diste patadas
y
pan si te convenÃa!
¿Qué
esperabas del perro
que
por ti daba la vida?
¡Sólo
le diste desprecios
lo echaste en la lejanÃa!
Pero
él se buscó otro amo,
el
que siempre lo acaricia
y
le da besos y abrazos
con el calor de su risa.
Ahora
lo echarás de menos
y
verás lo que tenÃas,
él
siempre a ti te esperaba
y
eras tú quién no volvÃas.
Ahora
las noches son largas
y
la oscuridad muy frÃa,
tú
lloraras con nostalgia
por
el perro que te querÃa.
Te
fuiste una madrugada
lo
dejaste en un rincón,
mis llantos tú no escuchabas
¡ahora
pagarás tu error!