No puedo estar más de acuerdo con Baldomero Segura, presidente del Consejo General de Colegios Oficiales de Ingenieros Agrónomos, cuando dice que "preguntarnos si nos podemos permitir los regadÃos que tenemos es como preguntarnos si sobramos personas". En efecto, el regadÃo "no es un capricho" ya que su función es, en última instancia, garantizar "nuestra mesa".
Por ello, antes de plantearse reducir la superficie de regadÃos en España, lo que deberÃan hacer nuestros polÃticos es analizar objetivamente todas las actuaciones que, con la tecnologÃa actual, pueden aplicar para almacenar, distribuir y emplear de manera eficiente la máxima cantidad de agua.
Me refiero a desarrollar una red de distribución de los recursos hÃdricos, que no es otra cosa que trasvasar, de donde hay a donde falta, del mismo modo que se hace con el gas, la electricidad o cualquier recurso de interés para la sociedad. Me refiero a recipientes que permitirÃan aumentar el almacenamiento de agua cuando llueve para aquellos momentos en los que escasea: pantanos, balsas de riego, miniembalses cerca de la costa, incluso infraestructuras para integrar las aguas de las tormentas en la recarga de los acuÃferos y para incorporar las aguas regeneradas de las depuradoras de las ciudades. Me refiero a incorporar a la gestión hidráulica nuevas tecnologÃas como sensores, big-data, inteligencia artificial, etc.
Porque, como sabemos los agricultores que hemos padecido más de una sequÃa, "quien no guarda cuando tiene, no come cuando quiere". Parece que esos polÃticos de despacho cerrado y aire acondicionado que no pisan tierra no lo tienen tan claro.
Sugieren renunciar a nuestros regadÃos, pero al mismo tiempo no desean que las neveras se vacÃen ni que haya menos disponibilidad de alimentos. Entonces, realmente lo que están defendiendo es comprar los alimentos de fuera a paÃses terceros lejanos. Y eso –obviando la pérdida de soberanÃa alimentaria, la generación de riqueza en toda la cadena alimentaria o la fijación de población en el medio rural– si lo vemos desde un punto de vista medioambiental, viene a decir que no quieren menos contaminación, sino que la quieren exportar a otros continentes: primero produciendo alimentos de manera más contaminante que los nuestros que están sujetos a los estándares europeos y, luego, transportándolos desde miles de kilómetros, y no precisamente con el catamarán de Greta.
Sus filosofÃas baratas no están justificadas ni económica, ni social ni ambientalmente. Pero es que, además, esos polÃticos demuestran ser unos vagos porque, en lugar de buscar soluciones y trabajar en su aplicación, que es por lo que cobran, no están dispuestos a esforzarse y optan por lo más sencillo: prohibir y recortar regadÃos. ¡Pero qué absurdo es apostar por el secano! En pleno siglo XXI, con una revolución digital que abre múltiples posibilidades, pretenden dejar a los agricultores sin saber si al final de la campaña la climatologÃa permitirá lograr una mÃnima producción. ¿De verdad creen que puede existir un negocio estable que dependa del azar del clima?
No se han parado ni un minuto a leer que el regadÃo multiplica por seis la productividad, por cuatro la renta de los agricultores y por tres el empleo por unidad de superficie respecto al secano. En un mundo en el que hay más de 7.000 millones de personas y seguramente llegaremos a los 9.000 millones, en lugar de cuestionarse el regadÃo lo razonable serÃa pensar cómo vamos a alimentar a toda la población.
A esos polÃticos que tanto pregonan la lucha contra el cambio climático hay que decirles que la agricultura del futuro es con agua o no será, que si hay un aliado imprescindible ese es el bosque verde cultivado que no se quema y que frena incendios, sobre todo los bosques de frutales de hoja perenne que fijan CO2 todos los dÃas del año.
Ahora que otros paÃses de Europa empiezan a sentir los estragos de la sequÃa hay que recordarles que un manto verde en la cuenca mediterránea resulta necesario para detener el desierto y aliviar los efectos en el centro y norte del continente. Asà lo constatan los cientÃficos, que son a los que deberÃamos escuchar para tomar decisiones.
Viendo patatas, aceitunas o uvas con problemas para alcanzar su óptima maduración por estrés hÃdrico, y viendo imágenes insólitas en rÃos de Francia, Alemania o Inglaterra, más de uno estará pensando: "cuando las barbas de tu vecino veas cortar, pon las tuyas a remojar". Pues eso, manos a la obra. A estudiar e implementar toda clase de infraestructuras y tecnologÃas que están a nuestro alcance con la finalidad de almacenar, distribuir y, lo que es lo mismo, trasvasar todo el agua necesaria para llenar nuestra cesta con alimentos de la máxima proximidad, frescura, trazabilidad, seguridad alimentaria y sostenibilidad medioambiental.