Erase que se era un país del oriente de la
península Ibérica que históricamente sus habitantes lo habían considerado como la
"Tierra de la Flores, de la Luz y del Amor". En este país sus dirigentes, unos
tipos muy avispados, un día pesaron que la forma de tener muy contentos a la
mayoría absoluta de sus súbditos podía ser darles a muchos de ellos un trabajo
en las innumerables empresas públicas pagadas con los impuestos.
Y, como había mucha riqueza, los ingresos
suponían cantidades cada vez más elevadas y los jefes y dirigentes de aquel
pueblo crearon más y más empresas, fundaciones y chiringuitos varios donde
colocar a hijos de amigos, colaboradores y asesores de la nada. Estos empezaron
a disfrutar de unas sensaciones estomacales que, como acto reflejo, les inducía
a votar a favor de los capitostes una y otra vez. Y no solo ellos, también animaban
a sus familias a hacer lo mismo, como es lógico. Incluso hacían esfuerzos
inusitados para convencer a aquellos que no habían tenido a suerte de sentir
esta sensación de saciedad en su estomago.
Pero un día la riqueza de aquel país se
agotó, tras su dilapidación en fiestas y fastos que tanto agradaban a su
nobleza. Y los directivos y trabajadores de aquellos chiringuitos tuvieron que
ser despedidos por cientos. Por miles. Y la sensación de felicidad y agradecimiento estomacal empezó a ser
sustituida por una sensación de miedo genital, lo que vulgarmente ellos
llamaban "acojone". Ya que el panorama que se les ofrecía era el
de dos años de paro subvencionado y después la nada.
Y aquellos trabajadores, tan injustamente
tratados, empezaron a pensar que, aquellos generosos dirigentes de antaño, tal
vez no habrían sido todo lo buenos que ellos creían.
Moraleja: El estómago es una víscera
inconstante.