Hoy he ido al teatro. Es la segunda vez que veo la comedia "El capo", y no creo que sea la última. Soy de esas personas que cuando algo le gusta, repite y repite y nunca se sacia. Es algo como comer el arroz en Valencia. Todos los días puedes tomarlo y nunca te cansas de él. Porque cada día tiene un sabor diferente y una elaboración especial.Esto me pasa con "El Capo" del teatro Flumen de Valencia. Ferran Gadea me sorprende, siempre para bien. Cada día que pasa está más metido en su papel. Está tan puesto que en realidad diría que es el Capo. "La familia es la familia", exclama una y otra vez, con esa voz entrecortada y siciliana "mafiosa". Ferran, tu familia somos todos, todos te queremos, eres como alguien de nuestra casa. Aunque tú no sepas quién somos, nosotros sí que sabemos quién eres y donde estás. Ya te has hecho alguien imprescindible para nosotros, tu público, ese público silencioso que cuando te ve aparecer, sonríe, aplaude, goza y disfruta viendo cómo llenas de bondad el escenario. Porque tu corazón es grande, sincero y sencillo, y por encima de todo te entregas a nostros.Mireia Sobrevela borda su papel. Es esa chica joven, que sale en las comedias, que le da un aire desenfadado, simpático, jovial y que al final resulta irresistible. Cada gesto, cada grito, cada paso, es un espasmo para el espectador. Su joven gracia sorprende, su actitud en la escena es dinámica, llenando de vida un escenario que con sus entresijos y sorpresas consigue que el público no deje pasar por alto una sola palabra del guión. Mirea es esa nota de sensibildad, humor y amor. Jordi Carbonell aparece como ese mago del cuento de "las lámparas de Aladino", no sabes de dónde sale, no sabes dónde va... pero lo que sí detectas es la furia, en medio de la calma, con la que da vida a su papel. Su traje blanco, sus colgantes rojos, sus chismes y su paz, su saludo al sol y su forma de pensar, sorprende. Es curiosamente irresistible, y tan curioso, que utilizando una expresión muy valenciana, me atrevo a acusarle de "ser un dotor". Puedo decir que a mí me ha sorprendido para bien y mejor en cada actuación.No soy crítico de teatro, soy de los que disfruta viendo a los artistas en el escenario, y te digo a ti querido lector, que"El Capo" merece que le dediques un tiempo de tu vida. Por eso yo esta noche estoy escribiendo por vosotros. Y acabo con el papel que interpreta Miguel Barberá. Miguel: sólo puedo darte las gracias por estar en el escenario. Entiendo que acabarás cansado, rendido. Es tu papel, tu eres el alma. El alma amiga del Capo, el alma enamorada de Mireia, el alma perversa que llenas de escapes y fugas la obra y en definitiva el alma que pone vida a toda la comedia. Miguel: tus pasos, tus gestos, tu mirada, tus labios, tu ADN... no sólo conquistan, sino que cautivan el sentimiento embelesado de aquellos que cada día llegan de sus hogares para convertirse en espectadores amigos, que con una complicidad absoluta disfrutan de la comedia.En estos tiempos difíciles, duros, donde se palpa que el "horno no esta para bollos", donde se detecta que los corazones están faltos de humor y de alegría, recomiendo al lector que se deje ver por el Teatro Flumen, allí va a olvidar sus penas, allí se va a encontrar con amigos que le harán reírse, le harán sentirse bien, le harán desenfadarse, le harán comprender que en cada momento hay que respirar profundamente, porque eso calma la mente, le harán ver que hay que se excéntricos, le harán ver que la vida es demasiado corta para perder el tiempo odiando a alguien que pone en juego "la honra" cuando en sitios oscuros, el chófer, puede arreglar cualquier situación delicada; le harán ver cómo se gana cada discusión, le harán ver que para "El Capo" y sus colaboradores saben hacer realidad en cada momento que "la familia es la familia".Esa es nuestra familia: Miguel, Mireia, Ferran y Jordi, artistas valencianos de nuestra casa, de nuestro pueblo, que saben lo que dicen, lo que quieren y por supuesto que saben muy bien lo que hacen. Por ellos levanto mi copa en este mes de enero, frío, muy frío, como todos los meses de enero, pero cálido, muy cálido, porque en Valencia tenemos madera de artistas, somos artistas, y no hace falta que estemos ya en las fallas, para que arda en carcajadas el público amante y agradecido que cada día se llena de felicidad cuando nuestros artistas aparecen en el escenario.