Irene García, una vecina de Puerto de Sagunto de 30 años jamás pudo imaginarse hace dos años que viviría en primera persona una de las catástrofes más dramáticas de la historia, el terremoto de 8,9 grados y posterior tsunami, Irene, de vuelta ya en casa, relata a EPDA cómo vivió el quinto sismo más fuerte de la historia.
Arquitecta técnica de profesión, Irene García se marchó en 2010 a Nakameguro, un barrio céntrico de Tokio, a trabajar en un estudio. El 11 de marzo, los trabajadores se habían desplazado a supervisar unas obras a Kamakura, una ciudad a 50km de Tokio.
"El día comenzó con normalidad, recuerda Irene había supervisado la primera obra y después de comer me dirigí a ver el segundo proyecto, un edificio en una de las colinas de la ciudad. Era la renovación de un apartamento en un edificio completamente nuevo, por lo que todavía no vivía mucha gente en él. De repente, mientras conversaba con un grupo de carpinteros, comenzamos a sentir un temblor".
Irene ha reconocido que al principio, y puesto que en Japón se sienten todas las semanas, "todos pensamos que sería uno de tantos movimientos sísmicos por lo que ninguno nos inmutamos. Pero al pasar unos segundos aquel movimiento fue cogiendo fuerza y todas las paredes del edificio comenzaron a moverse violentamente. De repente empecé a notar un mareo y a oír un sonido muy raro, indescriptible. Quizás eran los crujidos de la pared o quizás el propio sonido de la tierra al desquebrajarse bajo mis pies. El mundo parecía acabarse, cmo en las películas".
Facilitando salidas
"Abran las puertas y las ventanas y que salga todo el mundo a la calle". Esto fue lo que escuchó Irene, una voz grave que daba órdenes de las instrucciones a seguir ante una catástrofe similar. El objetivo de esta anónima voz, le explicaron después, era abrir los máximos espacios posibles por donde la gente pudiera salir si se quedaban atrapados o sepultados. "Ante esas palabras y sin dejar de dar bandazos de lado a lado por el intenso movimiento del terremoto que ya había adquirido una fuerza considerable, sigue relatada aún emocionada Irene, intenté correr hacia la salida, pero había una fuerza superior que me impedía avanzar y me hacía caer al suelo". Una ubicación que a pesar de tratarse de un edificio de hormigón se parecía más, compara Irene, a un puente flotante.
El vecindario en la calle
Cuando Irene ya pensaba que todo iba a derrumbarse y ella iba a quedar sepultada, un compañero de su empresa la cogió del brazo y con fuerza la guió hasta las escaleras y posteriormente la calle, donde encontraron a todo el vecindario en el centro de la calzada, con la mirada desorientada. "Los niños y sus madres lloraban sin cesar, asustados tras el sock. Y el suelo seguía temblando aún bajo nuestros pies, a pesar de no seguir dentro del edificio, a pesar de estar en el asfalto, era como una película".
Desesperada, irene intentó llamar a sus amigos en Japón y a su gente en España pero los teléfonos no funcionaban. Todo Japón se paralizó por unas horas, y los allí presentes quedaron sin electricidad, gas, comunicación, etc. un total de 5 horas.
Una de las cosas que Irene más recuerda es "la cara de los japoneses que a pesar de estar acostumbrados y ser inexpresivos corrían asustados hacía las salidas. Al verlos así pensé que si no corría tras ellos correría un gran peligro".
Hasta el sábado por la tarde Irene no logró llegar a casa. Tras coger varios transportes y esperar muchas horas,(eso sí, recuerda, siempre reinando la tranquilidad entre la gente a pesar de las circunstancias), Irene pudo salir de la zona afectada y reunirse con su familia en Puerto de Sagunto, quienes seguían angustiados por televisión todas las noticias de Japón.
La familia, angustiada
"Tengo la imagen grabada en la retina de mis padres y mi novio en el momento que logré conectarme a internet para decirles que estaba bien. Creo que el sufrimiento que vi reflejado en sus ojos es algo que no podré olvidar nunca".
Irene ha reconocido que siente tranquilidad al poder estar en su casa, con los suyos, pero también " mucha pena por todo lo que les está pasando a los japoneses. Es una cultura y una gente extraordinaria y les quedan muchos momentos difíciles por vivir".
Aunque, como comenta Irene a EPDA, "tengo el billete de vuelta comprado y un trabajo que me espera, pues la empresa me adelantó las vacaciones para que pudiera venirme antes a España", ahora está insegura y no sabe qué hacer cuando le preguntamos si volverá a Japón.
"Japón es un país que me ha tratado genial y me encanta su cultura, pero todavía tengo miedo a una contaminación nuclear. Tengo que esperar un poco más antes de tomar una decisión", reconoce Irene, quien aún asombrada con la organización, el civismo, y la actitud de los japonenes, y la nula ayuda de la bajada española en Japón, se muestra contenta de poder contar sana y salva a sus seres queridos, una de las situaciones más difíciles de su vida.