El modelo de semáforo nutricional, Nutri-Score genera polémica una vez más. Esta vez, debido a la diferencia de notas de un mismo producto que constataron los consumidores en varios supermercados. Estas inconsistencias han generado un debate en las redes sociales donde usuarios han compartido imágenes de las etiquetas y se han quejado de la poca fiabilidad del sistema. Entre los ejemplos que han circulado, destaca el de las leches Milbona y Milsani. Según la usuaria de la red social X, una de estas leches envasada para Lidl y la otra para Aldi, a pesar de contar con la misma información nutricional, reciben una etiqueta Nuri-Score diferente. En las imágenes que adjuntó la usuaria se ve claramente que la composición nutricional de ambas leches es exactamente la misma: por cada 100 ml, ambas tienen 1,6 g de grasas, 4,7 g de hidratos de carbono y 3,1 de proteínas. A pesar de ello, una tiene una nota Nutri-Score A y la otra, Nutri-Score B.
Según explica la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (Aesan), la razón de fallos como este puede deberse a los cambios implementados en el sistema meses atrás. Tras las crecientes críticas hacia el sistema, sus desarrolladores decidieron ajustar el algoritmo que determina las notas del Nutri-Score. La versión actualizada del algoritmo fue implementada en enero de 2024. Sin embargo, se les ha dado a los fabricantes un plazo transitorio que se extenderá hasta finales del 2025 para que adopten las nuevas etiquetas. Lo que quiere decir que, durante dos años, un mismo producto podrá tener dos notas Nutri-Score distintas, es decir dos clasificaciones diferentes, todo esto sin ofrecer explicación alguna al consumidor en la diferencia del algoritmo y de las notas en los empaquetados. Una situación que propicia la confusión.
Lo que se supone sería un sistema que ayudaría al consumidor a tomar decisiones informadas, no ha hecho más que demostrar inconsistencias. La diferencia de las clasificaciones de un mismo producto, y la poca transparencia detrás de las actualizaciones del algoritmo, demuestra que este sistema no es el adaptado. Es por ello que algunos países como Italia, Rumania, Luxemburgo y España le han puesto un freno a su implantación.
Tanto en España, como en Italia, el Nutri-Score ha sido criticado por no reflejar adecuadamente la calidad nutricional de los productos tradicionales, lo que suscitó una fuerte oposición por parte de las autoridades de ambos países y de los productores y agricultores locales.
Las autoridades de Rumanía también han expresado su preocupación por la posibilidad de que el Nutri-Score provoque desinformación a los consumidores, y buscan abrir el debate sobre la necesidad de un nuevo sistema de etiquetado que sea más adecuado.
Marcas como Dr. Oetker se han enfrentado a los problemas que este cambio provoca y previenen a los consumidores en su página web las diferencias existentes en las calificaciones de algunos productos dependiendo del empaquetado. Siendo el caso del pudín en polvo. "Llevamos introduciendo de forma gradual las nuevas
puntuaciones NutriScore en nuestros envases desde 2024. Sin embargo, para asegurarnos de no destruir innecesariamente los envases ya impresos, estos se agotarán con el algoritmo original a finales de 2025", añaden. Y aunque algunas marcas como Dr. Oetker parecen buscar informar a sus consumidores es difícil creer que la presencia de empaquetados bajo el viejo algoritmo sea mera preocupación por asuntos de sostenibilidad, ya que como lo anuncia la marca los productos con grandes cantidades de azúcar ahora obtendrán peores notas.
Lo que significa que los grandes del mercado, como Nestlé y Danone, quienes también patrocinan este sistema, pueden usar esta ventana de dos años para vender sus productos con empaques que utilizan el viejo algoritmo. Bajo el nuevo algoritmo, estos productos obtendrían peores calificaciones, lo que ahora podría considerarse una calificación engañosa. Lo que hace pensar que el NutriScore es más una estrategia de marketing que un sistema de información nutricional.
Para la dietista-nutricionista, Paloma Quintana, "creer que este etiquetado es una guía infalible supone un tremendo error" ya que el sistema no solo no tiene en cuenta el grado de procesamiento del producto o la presencia de aditivos, sino que además "evalúa el producto por separado, sin el contexto de la dieta". Por ende, "el consumidor tiene que considerar el conjunto", concluye.
Los incesantes cambios del algoritmo de Nutri-Score y los extensos plazos de transición, como el actual, de dos años, generan desconcierto entre los consumidores y los profesionales de la nutrición. Durante este tiempo, los consumidores deberán enfrentarse a productos idénticos con diferentes calificaciones, lo que desvía el propósito fundamental del empleo de este tipo de sistemas.
La decisión de frenar su utilización rectifica el descontento generalizado hacia el Nutri-Score. Para que un sistema de etiquetado funcione habrá que abrir nuevas preguntas sobre las necesidades del consumidor. Sin cambios eficaces y bien ejecutados, el sistema continuará siendo una fuente de confusión y polémica en lugar de una herramienta para los consumidores.