¿Eres poeta, ensayista, filósofo, o sencillamente un hombre que piensa, algo muy raro en los tiempos que corren?
Un hombre que piensa y actúa, quizás, suena bastante bien, aunque tal vez, de serlo, no siempre lo haga en ese orden. He sido muy inquieto desde niño, creo que aún conservo mucha inquietud, mucha hambre por conocer, prudencia para no dar las cosas por sentadas, esperanza para creer que puede existir algo más que no somos capaces de comprender. En definitiva, una necesidad inexplicable de desconfiar de lo evidente, de lo impuesto y de ir en busca de lo desconocido. Creo que el haiku me ha ayudado a reconsiderar y relativizar el peso del orgullo, la sobreimportancia que nos damos, la capacidad tóxica del ruido, la importancia del silencio y de saber estar solos. Estamos sobrealimentados en todos los sentidos y, debido a ello, toda hambre purga.
En un artículo científico leí que la vida, como tal, es una consecuencia inevitable por cómo está diseñado el universo, pero no es un factor imprescindible que algo viva para que el universo continúe. Es decir, estamos aquí, sí, y nos vanagloriamos por razonar y por someter a los demás seres a satisfacer nuestras necesidades, pero en cualquier momento podemos desaparecer y el universo continuará su rumbo sin nosotros. Creo que esta posibilidad la deberíamos de tener mucho más en cuenta a menudo.
¿Cuándo eres poeta, digamos occidental, y cuándo 'haijin'?
Formalmente sería muy fácil diferenciar ambas poéticas, ¿verdad? Sin embargo, en alguna ocasión se han fusionado. Ojalá tuviésemos esa capacidad para decidir, cuando escribimos un poema, si lo hacemos con mirada de 'haijin' o sin ella. Podemos proponernos temáticas, glosarios de palabras, lindes más o menos visibles para alcanzar nuestro objetivo, pero al menos en mi caso, en poesía soy bastante intuitivo. Puedo escribir poemarios temáticos, pero eso no significa que en el día a día todo lo que escriba pertenezca a ese último libro. Puedo comenzar a escribir un poema siguiendo algún rastro, pero por lo general, nunca sé dónde me va a llevar. En general, como poeta occidental, parto desde el yo, y ya sabes que esa perspectiva en el haiku está bastante sancionada. En ese sentido, el tipo de mirada serviría para diferenciar a un poeta del otro.
Leí que distes una conferencia en Quart de Poblet, la titulabas "En busca del haiku verdadero". ¿Dónde está el haiku verdadero?
El haiku verdadero, o haiku 'dô', que tú bien conoces, es aquel que no emerge de la invención, sino de la vivencia. Quiero poner por delante mi respeto al haiku que no es verdadero, así como a aquellos que lo cultivan, desde luego, una cosa no quita a la otra. Pero sí que es verdad que si para el lector no hay una clara diferencia entre ambos, sí debería de haberla para el autor. Hay textos que tienen el valor que tienen porque son verdad, o porque se les atribuye la verdad. Pensemos en la 'Biblia', por ejemplo. Nadie compararía el valor de las sagradas escrituras con una novela. No estoy diciendo que sea más importante o valga más el haiku 'dô' que aquel haiku que solo sea literatura, pero después de practicar la escritura de ambos, te puedo asegurar, que por lo menos para mí, el haiku 'dô' es un reto más apasionante. Si, por un lado, la imaginación amplía tus posibilidades a la hora de crear un haiku, la realidad te acorta de manera bestial ese horizonte. En un haiku literario nunca hemos estado, mientras que de un haiku 'dô' debemos aprender a salirnos.
El haiku verdadero siempre parte de la experiencia, de aquello que nos ha conmocionado de manera real, no solo en el ámbito de lo imaginario. Que podemos enriquecerlo como buenos escritores occidentales que somos, por supuesto, pero siempre poseerá una base incontestable arraigada a lo verídico. Un ejemplo que el buen lector debería detectar en un haiku verdadero es el del compromiso del 'haijin'. No escribimos con la misma intensidad acerca de nuestra propia madre, si ha fallecido, que sobre una madre novelesca que también haya muerto. Debe de haber alguna diferencia -quizás- indescriptible, ya en el grado de emotividad, en su profundidad, en la fuerza de sus contrastes o en su misterio.
«La floración de 'seudohaijines' pone en peligro una concepción justa del haiku para aquellos que no lo conocen». Palabras de un artículo tuyo publicado en la revista 'Hojas en la acera' (nº 46). ¿Avanzamos en esto, o por el contrario seguimos estando, digamos, atascados?
Los 'seudohaijines' siguen dificultando la tarea de universalizar, siquiera unas directrices para poder orientarnos a la hora de escribir un buen haiku y que pueda considerarse como tal. En el artículo que mencionas no quise apuntar a un monopolio del haiku por parte de una entidad supervisora, sino a la necesidad de tener referentes fiables a los que acudir. Las artes más practicadas acostumbran a erigir sus propias academias: danza, música, cine, etc. De alguna manera, nos toca, como 'haijines' y como críticos literarios, salvaguardar ese patrimonio inmaterial que a fuerza de leer, de estudiar y de practicar hemos adquirido con los años. Otra cosa que mencionas en tu pregunta es la transculturación que el haiku escrito por un 'haijin' occidental manifiesta.
Aunque la situación actual de las editoriales es complicada, y más si hablamos de poesía, la edición de libros de haiku estaría más abajo. Y tú lo has sufrido en tus carnes con la edición de la revista 'Crátera'. ¿Por qué cuesta tanto que lleguen a los lectores los libros de poesía?
Por suerte, para la revista 'Crátera', y después de más de un lustro, hemos encontrado un editor, que además es buen amigo. Me refiero a Toni Alcolea, editor de Olé Libros. Se acabó eso de hacer derramas a fondo perdido entre los directores para sufragar la edición. Es una muy buena noticia que nos alienta y reconforta, que sabe a premio a años de trabajo y de apuesta por lo que consideramos importante dentro de la poesía.
Cuesta vender, en general, los libros de poesía porque la gente no tiene tiempo y porque, si lo tiene, no quiere invertirlo en descifrar lo que dice un señor o una señora que, para ellos, adorna de manera excéntrica un discurso que podría decirse de forma mucho más sencilla. La poesía requiere de una atenta lectura, incluso relectura, demanda un lector activo, alguien paciente que sienta una suerte de amor por el lenguaje, una atracción por los libros. Y, como bien sabemos, en la actualidad estamos rodeados por infinidad de distracciones que nos prometen un rápido y vacuo estímulo como recompensa, además de 'literatura' mercantilista. Nada nos empuja a ello.
Tengo escrito un aforismo que dice: «si quieres conocer a alguien más loco y desinteresado que un poeta, pregunta por su editor». La poesía es y siempre lo será, algo para minorías, por tanto, alguien que pretenda formar parte de un voraz mercado que premia lo comercial, está condenado al fracaso. Lo bueno de todo ello, es que el fracaso comercial no es un fracaso intelectual y artístico, cada vez más significa o apunta hacia lo contrario.