Quizá, los reyes nazaríes construyeron un lugar tan hermoso porque pretendieron olvidar a base de lujo y refinamiento la fragilidad de su poder y de su vida, además del horror que sustentaba su trono.
Muhanmad V, impulsor del Palacio de los Leones, fue destronado y exiliado por su sobrino, Ismail II, que tras dos años de reinado fue asesinado por su cuñado, Muhammad VI, asesinado, a su vez, a manos del rey cristiano Pedro I, mientras buscaba su apoyo. A Mohamed V, que recuperó el poder, le siguió su hijo Yusuf II, que empezó un reinado brillante en lo cultural a costa de encarcelar y asesinar a media familia, hasta que dos años después de su entronización lo envenenaron… La historia de la familia real que levantó la Alhambra se prolonga en un rosario de muertes y traiciones que a menudo olvidamos mientras paseamos por los delicados corredores palaciegos.
Nos deben parecen estos hombres crueles, pero no debemos caer en la idea de que las mujeres que los rodearon lo fueron menos. No debemos ver a la mujer del harem como un objeto únicamente voluptuoso y suave. Ellas también hicieron uso de los pocos recursos que la sociedad machista les dejó para defenderse a si mismas, a su familia y a su prole. La dinastía nazarí contó con mujeres inteligentes y valientes que intentaron jugar sus cartas. De labios de la sultana Aixa, madre de Boabdil, salió una sentencia cruel que aún hoy resuena en los oídos de los cobardes: "llora como mujer lo que no supiste defender como hombre". A menudo la historia ha comprendido y justificado al hombre en sus actos al tiempo que condena y juzga de manera negativa a la mujer que ha actuado con el "proceder masculino".
Al acercarnos a esta dinastía encontramos hombres y mujeres que vivieron un periodo convulso, con situaciones muy duras llenas de posibilidades, peligros y miedo. Su lucha por el poder era en muchos casos una lucha por la supervivencia. El que no vencía era aplastado por el vencedor.
De todo ello fue testigo la Alhambra, un espectador mudo que supo aprovechar el buen gusto y el poder de sus efímeros moradores para permanecer más allá de ellos. Creció en silencio y se mantuvo a través de muchas vicisitudes que iremos conociendo poco a poco, para que cuando la visiten sepan valorar en lo que vale aquella maravilla que encarna lo mejor (y lo peor) del ser humano.