Estos
dÃas, aprovechando el puente y que tengo una hija viviendo por esos lares, hice
una visita a la sirenita de Copenhague. Nunca habÃa estado allÃ, pero tampoco
fui la única españolita que invirtió estos dÃas en hacer ese mismo camino. Y de
ahà es donde me surgió la idea de este artÃculo. De lo que vi y oà a tantos kilómetros
de mi casa.
Por supuesto, no voy a dedicar este espacio
a contar mis correrÃas por el mundo. Para eso hay estupendos blogs de viajes a
lo que no quiero ni puedo hacer la competencia. Pero sà a mis sensaciones, a propósito
de la sirenita, y de algo más.
He de reconocer que a mà me hizo ilusión
ver la figura al borde del agua y, por descontado, hacerme junto a ella la foto
de rigor. Pero cuando llegaba, entre muchas frases en inglés, en danés y en otros
idiomas, escuché en perfecto castellano algo que aún me tiene hablando sola. Una
niña le preguntaba a su madre que si le habÃan dedicado la estatua a raÃz de la
pelÃcula y, lo pero de todo, la madre contestaba que sÃ.
En ese momento, algo me recorrió las
entrañas. Y jurarÃa que noté como Hans Cristian Andersen se removÃa en su
tumba, entre indignado y entristecido. Y no es para menos.
La verdad es que peor serÃa que ni la
niña ni su madre supieran de la existencia de la sirenita, aunque fuera por la pelÃcula.
A fin y al cabo, la pelÃcula también estaba inspirada en el cuento, y una cosa
lleva a la otra. Pero a lo que a mà me lleva es a pensar es en la poca afición
que hay en nuestra infancia a la lectura y, en particular a la lectura de los
cuentos de toda la vida. Y es una pena, la verdad. Porque, aunque sea cierto
que algunos son difÃciles de trasladar a nuestra vida actual -es difÃcil
imaginar a una Blancanieves fregando y cocinando para unos enanitos o creer en prÃncipes
azules como único objetivo de la vida de las mujeres-, para saberlo hay que
haberlos leÃdo.
Los cuentos de toda la vida se pierden.
O tal vez y se han perdido, y solo perviven a través de las pelÃculas que les
han dado una nueva vida. Pero lo que realmente me da miedo es que se haya
perdido la costumbre de leer. Porque, como dijo alguien, quien lee vive muchas vidas,
mientras que quine no lo hace solo vive una. Y es una pena que esto desaparezca