El
debate en torno a la prostitución se ha reabierto en España y en la división de
opiniones surgen multitud de alternativas, ninguna de las cuales satisfacen a
la mayoría. La diversidad de opiniones respecto al sector del sexo de pago se
pone de manifiesto en las diferentes posiciones que toma cada país al
respecto.
Países
como Holanda o Alemania han legalizado la prostitución. Alemania es conocida
como el burdel de Europa, a pesar de que si atendemos a los números, España es
el primer país en consumo de prostitución de Europa y el tercero del mundo.
Mientras que en Holanda es más que conocido el Barrio Rojo de Ámsterdam,
situado en pleno centro de la ciudad y peregrinado por millones de turistas
cada año.
En
España aún no se ha realizado ningún tipo de regulación y la prostitución se
encuentra en un limbo legal, al igual que sucede en Italia. En este contexto, la llegada del fenómeno de
las reseñas al sector ha mejorado la actividad de las chicas. La
aplicación de las opiniones online ha permitido que los usuarios hagan visibles
situaciones perjudiciales para las chicas y, por otro lado, también destacan a
aquellas trabajadoras independientes que ejercen de manera
profesional.
Ante
las voces críticas que han valorado negativamente la posibilidad de reseñar la
actividad de las escorts, las propias trabajadoras sexuales han sido
quienes han destacado el valor de las mismas en la profesionalización del
sector del sexo de pago, permitiéndoles tener el control sobre su
actividad y, sobre todo, aportándoles mayor seguridad.
En
el lado opuesto se encuentra Suecia, que optó por acabar con la prostitución
persiguiendo al cliente y tratando así de hacer desaparecer el negocio. Ahora,
el problema que está encontrando el país sueco, es que las trabajadoras
sexuales se han visto abocadas a ejercer en la clandestinidad y en zonas
apartadas de las ciudades, donde la desprotección es casi total.
Un
caso atípico es el de Nueva Zelanda, donde es legal prestar servicios sexuales
para personas mayores de 18 años, incluso en la calle, así como regentar un
burdel. El modelo neozelandés considera dos cuestiones fundamentales que las
escorts reclaman en España, la aceptación del negocio como una realidad
existente y que forma parte de la realidad y de la libertad de la mujer para
hacer lo que quiera con su cuerpo.