La crisis del coronavirus provocó en marzo el silencio más largo que se había visto en mucho tiempo. Miles de restaurantes, escuelas, parques y calles quedaron paralizadas, como si nunca hubiese existido allí el ruido. No obstante, en el interior, habían hogares donde el estruendo continuaba siendo ensordecedor. Para algunas mujeres el revés no vino por el lado de la pandemia, sino por tener que quedar durante meses bajo el mismo techo que su agresor. Según el informe realizado en junio por el Instituto de la Mujer, desde el 14 de marzo hasta el 15 de abril se realizaron 7.895 llamadas más que en el mismo periodo de 2019, es decir, habían aumentado en un 31%. Durante este tiempo, también se hicieron un 443% más de consultas online del número 016.
"Durante la pandemia ha existido una convivencia obligatoria que, junto con el verano, ha hecho romper a muchas parejas. No se ha hablado demasiado de la violencia de género como una consecuencia más del coronavirus, pero es un problema social que sigue estando ahí", comenta la psicóloga María Teresa Vague, especialista en violencia de género. Pese a los acuerdos en materia de Igualdad, las cifras indican que la violencia machista, sea física o psicológica, no ha dejado de aumentar, Además la vulnerabilidad económica que ha dejado la pandemia podría entorpecer aún más el camino para las mujeres que se planteen denunciar. "Aunque existen recursos, cada caso es diferente. Puede que la víctima tenga dependencia económica, no conozca el idioma del país o tenga hijos que se puedan ver amenazados", explica Vague.
Según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), 4.909 personas han sido víctimas de violencia de género en la Comunitat Valenciana, un 2,4% más que el año anterior. Vague afirma que la edad en la que comienzan los maltratos ha ido bajando paulatinamente: "Con las nuevas tecnologías el control de la pareja puede ser mayor, y aparece el maltrato más pronto". Sin embargo también incide en que para los jóvenes existe cierta capacidad de mejora. "Trabajo en un programa de intervención de maltratadores, que se envían a Picassent cuando no tienen suficiente pena para entrar en la cárcel. Los que asisten voluntariamente al programa suelen ser jóvenes, y ahí puede existir esperanza de cambio porque parecen darse cuenta, pero para las personas remitidas por los servicios penitenciarios ya es muy tarde", lamenta.
El ciclo del maltrato
"Cuando empiezan con la pareja puede parecer una relación normal, pero al cabo del tiempo esa persona comienza a aislarla de sus amistades, de su familia y su círculo, para después pasar a controlar cosas cotidianas, como sus llamadas de teléfono", asegura Lucila Agredano, presidenta de la Asociación Ayuda a Víctimas de Violencia de Género (AFAVIR) de Castelló. También ha notado un aumento del maltrato en jóvenes, "sobre todo chicas de veinte años", e insiste en que desde la Asociación siempre se han defendido las mismas reivindicaciones, "la educación y la justicia".
Aunque cada caso de violencia de género es distinto, existen algunos factores que se repiten durante el ciclo del maltrato, que de no ser tenidos en cuenta pueden acabar en una situación de riesgo para la persona y los hijos, que también se establecen como víctimas de género. "El primer paso del ciclo es la manipulación psicológica. Una de las estrategias más conocidas es la "luz de gas", que sucede cuando la pareja le hace creer a la víctima que no es capaz de hacer las cosas o que tiene pérdidas de memoria, intentando quitarle por completo el valor a esa persona", apunta Vague.
La autoestima de las personas que sufren de esta violencia suele estar dañada previamente, acabando muy destruída cuando finalmente se acude a buscar ayuda. "Son personas que pueden haber vivido situaciones de maltrato con sus padres y han acabado normalizándola, También es posible que hayan sido poco valorados, y al no tener un refuerzo acaban siendo muy manipulables", añade la psicóloga. Vague pone la atención en una segunda manifestación de la violencia, que puede ocurrir durante el ciclo del maltrato: "Es el fenómeno Miguel Ángel, porque el agresor va moldeando la personalidad de la víctima hasta que sea como él quiere, aprovechando su dependencia emocional. En este momento, la víctima puede acabar dándole la razón, pensando que no puede hacer las cosas y estando completamente anulada".
Lo que sucede tras este estadio psicológico es lo que la doctora denomina "luna de miel", ya que el maltratador acude a ella lamentando lo sucedido, y ante dicho arrepentimiento la mujer acaba perdonando. "El problema es que esta luna de miel se va reduciendo con el tiempo, y al final solo hay maltrato", sentencia Vague. A partir de ese momento, la línea que separa el maltrato verbal del físico se va reduciendo, hasta ser inexistente. "Muchas veces solo vienen a verme cuando ya ha llegado ese punto, y se dan cuenta porque le han roto los dientes o las costillas", reconoce.
Esta escalada de la violencia puede terminar en el último estadio del ciclo del maltrato; el asesinato por violencia de género. Según el INE, la Comunitat Valenciana es una de las autonomías con más víctimas inscritas por violencia de este tipo, tan solo superada por Andalucía y por delante de la Comunidad de Madrid. Esta cantidad también se refleja en los feminicidios, pues el año pasado murieron 55 mujeres en España, siendo la Comunitat la quinta autonomía que sumó más víctimas mortales.
"Yo fundé la Asociación porque mi hija fue asesinada por su pareja en 2008. Es una circunstancia que te deja totalmente deshecha, y mi intención era ayudar a las mujeres que también estén sufriendo violencia de género, porque en el caso de mi hija yo no lo noté en ningún momento", cuenta la presidenta de AFAVIR. "Un día vino y me dijo que había terminado con su novio, yo le contesté que no pasaba nada, que era joven. De repente vino este sujeto y le dijo que tenía que recoger unas cosas. Al día siguiente salió la noticia por la televisión", recuerda.
Según María Elvira Vague hay otros factores que, según su experiencia, pueden estar igualmente relacionados con los casos de maltrato, como puede ser el "abuso importante de sustancias como el alcohol, el cannabis y la cocaína". Además, señala dos características presentes en gran parte de los maltratadores: "Son hombres con un rasgo de personalidad narcisista, una admiración excesiva por ellos mismos que no aguantan que la pareja pueda quitarles protagonismo. No obstante, en el Centro hemos visto que no presentan ningún trastorno de psicopatía o de personalidad, pero sí son personas excesivamente narcisistas", defiende. El segundo factor según la experta es que son personas histriónicas, es decir, que tienen "la necesidad de ser el centro de todo".
Las otras víctimas: los menores
En muchos casos hay otros miembros familiares que se ven involucrados en la relación de violencia en la pareja. Es el caso de los hijos, que no pueden hacer frente a la violencia y deben compaginar su vida con los abusos sufridos en casa, que en la mayoría de los casos tienen graves consecuencias psicológicas a largo plazo. "He visto de todo, como parejas que abusan de los niños porque era la única manera de hacerle daño a la madre, y la justicia a veces funciona tan mal que si las pruebas no son muy concluyentes estos abusos no se tienen en cuenta", lamenta Vague.
"Los niños son un folio en blanco, de forma que lo que aprenden sobre relaciones nace de lo que les enseñan sus padres. Puede que acaben con el pensamiento de que cuanto más me tenga que querer alguien más me va a doler, y será muy difícil que los niños nacidos en ese contexto puedan establecer relaciones íntimas sanas", mantiene Pilar Lliria, psicóloga infantil en València. Según la experta, es posible que estos menores acaben repitiendo los modelos de relación que se han vivido en casa y que se normalice un nivel de maltrato con la futura pareja de ese niño.
Para la psicóloga, puede suceder la respuesta contraria, que sea desarrollar miedo y necesidad de protección hacia los otros, porque se han visto en situaciones donde eran incapaces de proteger a la madre. "Todo nuestro cuerpo automatiza respuestas manuales para ahorrar esfuerzo, pero eso puede suceder también con las conductas. El niño puede desarrollar una respuesta automática que le indique esconderse por miedo cada vez que su padre entra en casa", cuenta Liria. "En este caso hay que aprender a desautomatizar", incide.
Lo mismo afirma la psicóloga infantil Eugenia Infanzón, que trabaja el maltrato psicológico e infantil en su clínica de València, que afirma una posible repetición de los modelos relacionales en los hijos. Así, defiende que los menores necesitan conocer otros modelos, para que puedan distinguir lo normal del comportamiento tóxico: "He encontrado casos en los que la abuela o la tía le han dado al niño una base segura que no pueden darle sus padres. Es fundamental que pueda pasar tiempo con su familia extensa, para que vea que otras parejas no se agreden o se faltan al respeto".
"Cuando una mujer me cuenta lo que está pasando y no sabe qué hacer porque le preocupan sus hijos, les pregunto qué creen que están viviendo los niños, y les aseguro que para ellos es un infierno", afirma la psicóloga. "Ellos no pueden dejar de querer a sus padres aunque sean violentos, y las personas que deberían protegerlos o no lo hacen o no pueden hacerlo, y se sienten indefensos", comenta.
La violencia de género sigue siendo uno de los males más preocupantes en las sociedades modernas. Los avances tecnológicos han permitido limitar las causas de muerte biológica como nunca antes, pero, sin embargo, las condenas por maltrato siguen sin poder proteger a la totalidad de las mujeres, que pueden verse amenazadas durante mucho tiempo por su agresor. Pese a los intentos de localizar los focos de violencia, las ramificaciones del sufrimiento que el agresor deja a su paso se multiplican, pudiendo extenderse durante años. Por ello, cuando hay violencia de género no solo hay una víctima, es una sociedad entera la que queda dañada.