TenÃa previsto escribir hoy
sobre cómo morir de placer o sobre los urinarios públicos para
hombres. Al final me he decidido por esto último. Tal vez me ha
hecho decidir la fuente que tengo a mis espaldas. Es una fuente con
pequeños surtidores que dejan caer un chorrito de agua cantarina
sobre una fina lámina de agua. La provocación era tan clara que no
he tenido más remedio.
Para empezar diré que los
urinarios para hombres siempre me han parecido algo muy siniestro ¿no
les parece? Se trata de una habitación cerrada. Dentro solo se
escucha una cisterna de agua de vez en cuando. Los usuarios se cruzan
pero nadie se saluda. Es como si se quisiera disimular el hecho de
estar allÃ. Hagamos una descripción del lugar: tenemos a un lado
unos departamentos adosados. Enfrente, alineadas, una especie de
piletas que aguardan la llegada de algún interesado. El primero en
llegar se sitúa delante de una y comienza con los preliminares.
Llega otro, se pone a su lado y le imita; no les separan más de
veinte centÃmetros. Ahora llega uno más y ya tenemos a tres señores
dignÃsimos con las piernas abiertas de cara a la pared, las manos
por delante y la mirada perdida. ¿Dónde ha quedado la dignidad de
estos señores? Todos sabemos lo que ocurre en los urinarios de
caballeros pero imaginemos que un extraterrestre llega a la Tierra
con la misión de estudiar nuestros hábitos y se le ocurre entrar a
uno de ellos. Verá que entran en él manipulándose la entrepierna.
Verá que se ajustan el cinturón o se meten la camisa por dentro.
Verá que unos se lavan las manos y otros no. Verá caras
circunspectas que se cruzan sin decirse una palabra. No comprenderá
nada pero tomará nota de todo para comunicarlo a sus superiores.
Tomará nota de que en los departamentos de la izquierda estaba el
suelo mojado y habÃa papeles esparcidos, que ha visto un grifo
cerrado y otro abierto dejando salir un lÃquido precioso que llaman
agua, que las puertas estaban decoradas con sÃmbolos y dibujos
extraños. Y cuando vuelva a su planeta y dé los informes a su
superior, no sabrá dar una explicación lógica a lo que ha visto,
aunque ustedes y yo con mucha menos inteligencia que él lo sabemos
muy bien. La higiene y el decoro en los urinarios públicos ha
mejorado mucho con los años, pero todavÃa se podrÃa hacer mucho
mejor. Cuando entramos en unos servicios limpios y aseados ponemos
buena nota al local, si están sucios nos avergonzamos de nosotros
mismos, pero no pasamos ningún informe como el extraterrestre,
porque todo el mundo prefiere mirar para otro lado, cuando la
solución está en nosotros mismos.