Cuando el pasado mes de abril se dieron a conocer las
candidaturas para las elecciones municipales de mayo, desde el grupo socialista
municipal constatamos que el grupo popular de El Toro proponÃa como alcaldable
a una persona que les hiciera de pantalla. No tenÃamos ninguna duda de que
Alberto Lázaro Lizandra ganarÃa las elecciones y de que se convertirÃa en el
próximo alcalde de El Toro para dar continuidad a las rancias y caducas
polÃticas municipales de los últimos dieciséis años, asà como para mantener la
red clientelar de amiguismos ya creada.
El tiempo nos ha dado la razón: después de seis meses al
frente de la alcaldÃa es evidente que Alberto es un tÃtere cuyos hilos mueve su
equipo de gobierno y la gente que le rodea.
La primera decisión que tomó Alberto como alcalde fue la
de conceder una comisión de servicios a la funcionaria con habilitación
nacional a la que habÃan adjudicado la plaza de secretarÃa-intervención del
Ayuntamiento de El Toro en propiedad. Sabemos que Alberto solo fue el brazo
ejecutor, pero esa decisión (que no fue suya) condenó al Ayuntamiento a una
parálisis administrativa total, que aún hoy continúa.
A falta de plenos donde poder enterarnos (nosotros y el
conjunto de los vecinos) de las actuaciones que se llevan a cabo en el
consistorio, el grupo socialista solicitó por escrito el pasado 10 de
septiembre que se le facilitase el acceso a cierta documentación. El dÃa 16 de
septiembre, se nos contesta que no nos pueden facilitar la documentación porque
no hay secretario. Ese mismo dÃa, y también por escrito, solicitamos una
reunión con el equipo de gobierno, escrito del que no hemos obtenido respuesta
y reunión que no se ha producido.
El pasado dÃa 2 de diciembre, la concejala que suscribe
acude al Ayuntamiento y solicita a la auxiliar administrativa que le enseñe
determinada documentación existente en las oficinas, documentación de la que
como concejal y como vecina tiene derecho de consulta y la cual, como se ha
dicho, ya se habÃa solicitado previamente por escrito.
En primera instancia el alcalde da su visto bueno
verbalmente pero, insistimos, es un tÃtere que pinta bien poco. En efecto:
minutos más tarde la auxiliar administrativa recibe una llamada de la teniente
de alcalde ordenándole que me retire los expedientes que estaba consultando y que
no me enseñe nada más. La teniente de alcalde, en el paroxismo de su furia,
acaba amenazando con llamar a la guardia civil.
En esos momentos pensé que habÃamos retrocedido cuarenta
años, a la época del caciquismo rural, cuando en mi pueblo se celebraban los
plenos a puerta cerrada y solo dejaban entrar según quien eras.
Los que sois concejales ya sabéis cómo funcionan los
ayuntamientos, también sabéis que tendrÃamos derecho hasta a tener un despacho
en las oficinas municipales para atender a los vecinos. Nada de eso hemos
exigido, solo hemos solicitado examinar la documentación existente en las
dependencias municipales.
Como vecina, y como concejal, me duele que estén
utilizando al alcalde (al que conozco desde siempre), que le hagan firmar cosas
que no puede firmar sin que conste también la firma del secretario, y que esté
actuando como un tÃtere; porque los tÃteres, cuando se les rompen los hilos,
caen al vacÃo y entonces no los recogen ni siquiera las personas que un dÃa los
sujetaban.
En El Toro, a 4 de diciembre de 2019