En mi libro 'Después de todo' (Editorial Sar AlejandrÃa, 2022) exigÃa responsabilidades de los poderes públicos ante la voracidad de los incendios de Bejis y la Vall d'Ebo. Incluso, me atrevà a pedir la dimisión del presidente de la Generalitat, Ximo Puig, como culpable directo de la falta de planes de prevención, escasez de dotaciones ni recursos necesarios cuando se deben hacer en la lucha contra el fuego, porque el dolor causado no podÃa ocultar la capacidad existente en todo sujeto activo para reconocer y aceptar las consecuencias de un hecho, frente al silencio condescendiente de la prensa afÃn y subvencionada. Siete meses después las llamas devastadoras asolan desde hace dÃas más de 4.000 hectáreas del Alto Mijares llevando la desolación a una provincia que todavÃa no se ha repuesto de la catástrofe natural de hace un año.
Más que nunca mis palabras escritas se hacen actualidad. Sobre todo, porque con todo el morro del mundo desde el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez hasta el titular del Consell, pasando por la consellera de Justicia e Interior, Gabriela Bravo, se envuelven en la hipérbole del cambio climático para fundamentar el origen del desastre que nos tiene en vilo. No soy negacionista de la emergencia climática, que es verdad que existe y algo habrá tenido que ver, pero si hay una razón básica y primordial en la génesis de este desastre natural es la nula gestión en materia forestal realizada por las instituciones.
Un bosque sucio, seco y lleno de maleza y con una sequÃa atroz era caldo de cultivo para que, de nuevo, el Alto Mijares fuera el infierno. Y si a esta incompetencia institucional se une el desoir las alertas cientÃficas como la que en el 2017 la Universidad Politécnica de Valencia advirtió del carácter de 'bomba de relojerÃa' de la comarca por la despoblación, residuos de masa forestal, la orografÃa y la meteorologÃa, la impericia de los organismos públicos alcanza el grado sumo. No. No es el cambio climático. Es irresponsabilidad en la acción polÃtica