En la última campaña electoral a escala municipal el Partido Socialista Obrero Español llegaba, en la esfera nacional, desgastado, con tendencia a la baja. Esos comicios coincidían con los autonómicos -en 2019 por primera vez no ocurrió esto- y se celebraron dos meses antes de los estatales de julio. Pese a esa dinámica, el PSPV, a nivel regional, apeló a la fuerza y trayectoria de sus primeros ediles. Y fructificó su estrategia.
"La marca no acompaña, pero aquellos que lo han hecho bien sumarán unos o dos concejales más que la media", me recalcaba por aquel entonces un avezado conocedor del partido. Y así fue. El PSPV-PSOE obtuvo 110 alcaldías en la provincia de Valencia y consiguió asentar algunos de los principales municipios, desde Gandia, en el sur, hasta Sagunt, al norte, con mejora de resultados en ambos casos.
Primeros ediles como Carlos Fernández Bielsa en Mislata; Vicent Zaragozá, en Silla; Guillermo Luján, en Aldaia; Conxa García, en Picassent; o Eva Sanz, en Benetússer, volvieron a ganar doblegando sin demasiados problemas a su oposición. Incluso la debutante Cristina Mora lo hizo en Quart de Poblet aupada por la estela de su predecesora, Carmen Martínez.
Por cierto, en esta localidad, bastión histórico del socialismo, el rumbo propio que ha adoptado la nueva máxima munícipe está provocando una fisura en la agrupación, a escala interna, y en el propio grupo municipal, a nivel más externo y visible. (Y aquí reproduzco la aguda frase que repite el histórico dirigente de CSIF Daniel Matoses: "Las cosas cuestan mucho de construir y muy poco de destruir")
En 2023, los máximos munícipes del PSPV que cosecharon buenos resultados lo hicieron sobreponiéndose al desgaste de las siglas a escala nacional y con mensajes locales y sus rostros sonrientes bien visibles en todo tipo de carteles físicos o digitales como reclamo electoral. No a todos les valió. En aquellos comicios el PP consiguió 30 alcaldías más en la provincia.
A estas alturas de 2025, justo en el ecuador del mandato local, los escándalos vinculados a la corrupción que han llevado al último secretario de organización del PSOE a la cárcel y que han generado bastante más que una sombra de duda respecto a la integridad sobre su antecesor, han empeorado la percepción electoral del PSOE.
De continuar esa degeneración, los actuales primeros ediles del partido que se presenten de nuevo tendrán que dar una vuelta de tuerca más. Y lo deberán hacer en un contexto empeorado para sus intereses, sin el apoyo de gobiernos de su color en instituciones como la Generalitat o las diputaciones de Valencia y Castellón –al contrario de lo que sucedía en 2023-.
A ello añaden el crecimiento de la Unión Municipalista, la coalición de partidos locales entre cuyos fundadores se halla Ens Uneix, constituida precisamente por exsocialistas. Esta última circunstancia supone que aumenta la competencia y disminuyen las posibilidades de triunfos holgados y hasta siquiera de victorias.
Por tanto, panorama complicado en el que no resulta de extrañar que alcaldes como el de Gandia –la localidad más populosa gobernada por el PSPV en la provincia- acentúen ya su discurso localista propio. O que el de Sagunt –el quinto municipio con mayor población del área provincial- reafirme su poder asumiendo la secretaría general de su formación en la comarca, lo que posiblemente equivaldrá en un futuro a ser diputado provincial. Esa línea, de no dar un drástico giro el panorama político nacional, se engrosará conforme se acerquen las elecciones de 2027. ¿Será suficiente para que puedan reeditar dígitos de 2023? La dificultad del reto aumenta.