Hay dÃas que me taladra la mente lo de las buenas y las malas
personas. Me supera saber la autoridad que tenemos nosotros para
juzgarlas. Me aterra la capacidad mental que disponemos cada uno de
nosotros (yo el primero) para decir si esta persona es buena, o es mala,
según "me caiga" a mà de bien o de mal; siempre esa valoración va por
delante: "porque me cae mal, es mala persona" y dicto la sentencia
como un severo juez, capaz de juzgar situaciones lÃmites y perversas.
Me cae mal es sinónimo de mala persona, aunque en su vida no me haya
hecho nada personalmente a mÃ, ni bueno ni malo. Simplemente no la
soporto. Y si me ha hecho esa persona algo que para mà puede ser malo,
jamás me he preocupado de averiguar "qué" hay detrás de ese "que ha
pasado", porque entonces ya no eres malo, ya subes el siguiente peldaño
en el que se te puede acusar de radical (seguramente porque vas a parar y
descubrir la nefasta raÃz del problema).
Por otra parte como tengo la suficiente autoridad, que me ha dado el
mundo, la vida, o yo mismo, puedo pontificar en que una persona es buena
o es mala, según mi parecer.
¿Por qué esta reflexión hoy dÃa siete de diciembre? Sencillamente
porque oigo y me llegan demasiados juicios de valor, juicios que deben
ser tenidos en cuenta, según de la boca que, o de la tinta, que los
exclaman o los escriben. Quizás la autoridad del escritor no tenga el
crédito suficiente para ser tenida en cuenta, pero a veces esas
necedades y palabras dichas y escritas, son como el aceite cuya macha
se escampa con facilidad, y si lo pones sobre una sartén caliente, se
multiplica el aceite y la mancha.
Por eso hay que decir las cosas por su nombre, ser reservados a la
hora de emitir juicios, y sobre todo ser prudentes cuando nos referimos
a una persona en bien o en mal.
"Cuando veas un hombre bueno, piensa en imitarlo; cuando veas uno
malo, examina tu propio corazón." Esta frase de Confucio, me hace
recordar que en la larga historia de la humanidad, siempre han existido
hombres buenos y hombres malos… mentes al servicio del bien y mentes
al servicio del mal, pero no es nuestra misión ni nuestro deber
juzgarlas, ni meternos en charcos de los que tengamos difÃcil salida.
Todos queremos ser buenas personas. No conozco a nadie que no quiera.
Es una tendencia natural en los seres humanos. Unos la potencian, otros
la inhiben, pero ahà está acompañándonos en todas nuestras acciones.
Pero llevamos un tiempo que parece que estemos asumiendo personajes
novelescos amando y viviendo en largos tiempos revueltos.
Vamos camino de la Navidad, fiesta que nos recuerda a los que creemos
en "algo" que en esas fechas, que después fueron fiestas y que se han
consagrado como grandes fiestas pues en ellas se nos ha dicho siempre
que nació LA PAZ.
Hoy estamos ante una Navidad paganizada, olvidada de su esencia, pero
denominada Navidad, disfrazada como fiestas de invierno, de Papa Noel… o
de grandes almacenes capaces de calmar las conciencias, descargar los
bolsillos, y anular las depresiones que afloraran más tarde con la
cuesta de enero, cuando se apaguen las luces, nos hayamos comido el
turrón, y volvamos a discurrir entre los buenos y los malos.
Diciembre, mes de la reflexión, mes de hacer balance, mes de los
buenos propósitos… mes de dejar de juzgar a los buenos y los malos, mes
de callar y acercarme a ver lo bueno que hay en el otro y lo malo qua
hay en mÃ. Porque "El primer paso hacia el bien es no hacer el mal."
Frase lapidaria de Jean-Jacques Rousseau que nos define el camino del
bien, que a veces mezclamos con otros malos ingredientes como son la
envidia y el odio, malas palabras.
Hagamos el bien, olvidemos las envidias y a ver si entre todos
ponemos un poco (solo un poco) de cordura en este mudo. Palabra del dÃa:
"meditar".
Feliz jornada.