El
otro dÃa tuve la oportunidad de ir a una jornadas sobre Servicios
Sociales. Más bien eran unas jornadas sobre el nuevo giro de los
Servicios Sociales.
Fue
muy interesante, mucho. PodrÃamos hablar del cambio espectacular que
plantean las trabajadoras y los trabajadores sociales y el resto de
profesionales. Todas esas personas que dÃa a dÃa ven de cara la
parte más ruin de este sistema capitalista que se olvida (¡oh
sorpresa!) de toda esa gente que no cuenta con los recursos para
navegar por esta farragosa organización social.
Pero,
pese a que esa fue mi parte favorita (la posibilidad de cambiarlo
todo), me gustarÃa centrar mis argumentos en la participación
polÃtica y la influencia que esta tiene en algo tan sensible como
las necesidades básicas y la pura supervivencia.
Lo
que me gustarÃa poner de relevancia es una queja que hubo, de un
modo u otro, durante las cinco horas que duró la jornada. Un
reproche que se repitió continuamente. Las personas encargadas de
gestionar estos servicios tenÃan la solución para que dejaran de
ser una especie de administración repartidora de recursos, como
antiguas y arcaicas instituciones caritativas, como un renovado y
embellecido "Auxilio Social", en fin. Ellas tenÃan la
clave para empezar a tratar a los usuarios de estos servicios como
ciudadanos de pleno derecho que no deben dar las gracias ni pedir por
favor. Personas merecedoras de solidaridad, no de caridad. Válidas,
que son capaces de devolver lo que reciben sin tener que sentir que
reciben porque "ay pobre de mÃ". Pero, y ahà viene los
grave, todo intento para salir del tradicional uso de estos servicios
fue censurado, cohibido, no sé si atreverme a decir prohibido porque
esa palabra no se utilizó en ningún momento. Llevaban, según
explicaron algunas, más de 15 años reuniéndose fuera de horas de
trabajo para concretar un plan de acción. En ese momento me las
imaginé como maquis en los montes (esto es cosa mÃa, que no sé
como poner freno a mi imaginación). Y esto fue lo que me asustó, me
indignó. ¿Seremos tan brutos (los polÃticos) de ignorar a los
profesionales y las profesionales que realmente pueden otorgarnos una
solución?. ¿Seremos capaces de cerrar los ojos y los oÃdos a la
realidad social sólo y exclusivamente porque no dicen lo que
queremos oÃr tal y como lo queremos oÃr.
Sus
palabras eran de alivio, de esperanza. Fueron cautos y a ratos
entusiastas. Hablaron del lleno total, de que "por fin"
podÃan poner en marcha todas esas estructuras que eran necesarias
para dejar de lado la "vieja" polÃtica de servicios
sociales y darle la dignidad que se merecen.
Lo
dicho: salà algo indignada pero también, y como todas estas
profesionales, con un objetivo. Con muchÃsimas ganas, más todavÃa,
de conseguir que en nuestro municipio se vea reflejado este giro en
la polÃtica de atención social. La pobreza no es una cuestión de
pobres, es una cuestión de todas y todos. No habrá justicia social
hasta que no entendamos que no estamos dando lo que sobra, estamos
aquà para que el reparto sea equitativo y justo.