Escribir a mano es bueno. Escribir a mano conecta más
neuronas que aporrear una pantalla. Escribir a mano es la mejor manera de
moldear el intelecto. Hay pruebas cientÃficas recientes y fehacientes.
Asà que ha
llegado el momento de incluir la escritura manual entre las novedades
pedagógicas, de volver a la caligrafÃa como vehÃculo de aprendizaje, de aceptar
que no todo es electrónico en la revolución de la enseñanza, de darnos cuenta
de que resultarÃa muy innovador, por ejemplo, pedir al próximo gobierno
valenciano que los alumnos de lengua y literatura trabajasen esta materia
utilizando una pluma estilográfica.
SerÃa, seguro, una experiencia singular
para ellos. NotarÃan cómo baja la tinta por el plumÃn; la sentirÃan transferirse
al papel; percibirÃan el flujo del pensamiento y lo verÃan plasmado en la estampa
traslúcida e inimitable que produce la pluma.
El tempo de la caligrafÃa, la
cadencia pausada y relajante que necesita supondrÃa también un excelente antÃdoto
contra el atolondramiento, la precipitación y el nerviosismo que los niños
adquieren a diario en la vorágine de los videojuegos, en la histeria de los
dibujos animados y en el pandemónium de la vida paterna. Escribir con pluma
exige reposo, autocontrol y perfeccionismo, una verdadera terapia para los
estudiantes contemporáneos y un vehÃculo inmejorable para embaular
conocimientos. DescubrirÃan con más intensidad que nunca la satisfacción del
propio manuscrito; verÃan, mejor que de ninguna otra manera, el reflejo de su carácter
en los trazos personalÃsimos de su letra; reaprenderÃan a escribir.
La pluma,
utensilio tradicional, puede revelarse como instrumento innovador donde los
haya; ser un portillo a la calma en medio del exceso de materias, de la prisa
tonta de las programaciones y del adocenamiento de los profesores. Hay un
ordenancismo estúpido en las administraciones educativas, una exigencia desmedida
e inexplicable de papeleo inútil, un lastre burocrático que arrastra los
colegios por la pendiente de la catatonÃa.
Un disparate y una intoxicación que
podrÃan empezar a paliarse, aunque sólo fuese durante la clase de lengua, con la
purga de la escritura manual; con el sosiego, la consciencia, la verdad y la
catarsis de la pluma estilográfica.
Recomendarla serÃa proporcionar a los
alumnos un extractor de personalidad, una fuente de autoestima, un elevador del
espÃritu. Basta considerar el asunto desde una perspectiva equilibrada, sin
prejuicios ideológicos ni snobismo chabacano, para convencerse de que no hay
objeción posible: regresar a la pluma estilográfica serÃa el último grito de la
innovación docente.
*Puedes contactar con Juan Vicente Yago escribiendo a su correo electrónico: juviyama@hotmail.com