El domingo 24 de mayo, España se juega mucho. Hemos de votar
con sentido común, con sensatez, sin odio ni revanchismos –ese mal endémico que
tenemos instalado cada uno/a de los españoles-, pensando en el bien común y no
en el propio. Hagamos un repaso de como teníamos la vida, hace tan solo tres
años. Estábamos al borde del abismo, de la quiebra técnica, de la salida del
euro, de que nadie nos tuviera en cuenta a la hora de hacer sus inversiones y
sus compras. La promoción de la exportación y de los productos españoles, era
cero. Importábamos más que exportábamos, y nadie quería de forma decidida,
instalarse en España. Todo estaba permitido, o por lo menos esa sensación
teníamos muchos. No se combatía el creciente terrorismo islámico. Se jugueteaba
con las civilizaciones, como queriendo crear un maremágnum, en el que todo
valía, y si provenías de un país árabe o sudamericano –tipo república
bananera-, tenías todos los derechos conquistados. Nos habíamos convertido en
un país para vivir y holgar al pairo de las subvenciones. Pero quizás eso no
importaba. Los gastos cada vez eran mayores, y determinadas regiones –como
Cataluña-, recibían el dinero a manos llenas, extendiendo su red catalanista no
solo por tierras valencianas y baleares, sino por las regiones murciana y
aragonesa, incluyendo algunos territorios franceses e italianos. Nadie se opone
a las embajadas catalanas -¿lo recuerdan?-, al contrario, se alientan y
financian con el dinero de todos los españoles. Se les quita a unos para
dárselo a otros, que con mentiras y ponzoñas, inundan el mundo, abriendo
embajadas, carentes de todo sentido. ¿Es esa la sociedad española que queremos?
En el caso valenciano, nuestras universidades siguen en manos
de la lacra catalanista, la famosa "lepra" que describió don Vicente
Blasco-Ibáñez. Los valencianos, estamos hartos de que nos quieran convertir en
catalanes. Ni lo hemos sido, ni lo somos, ni lo seremos –si votamos con sentido
común-. Nuestra tierra, es única, magnifica, dos veces leal y extraordinaria.
Nuestra riqueza, consiste en ser aglutinadores de las tierras y pueblos de
España. No nos da vergüenza proclamar a los cuatro vientos, que siempre
ofrendamos nuestras glorias al resto de los españoles. Valencia, es locomotora
de un tren AVE, en el que caben los 17 vagones, sin distinciones, sin
exclusiones, sin partidismos. Nuestra grandeza es tal, que nada ni nadie nos
puede quitar lo que somos: VALENCIANOS. Y debemos de sentirnos orgullosos de
nuestra literatura, arte, monumentos, gastronomía, historia, de nuestros sectores
productivos, porque tan importante es un agricultor, que con sangre, sudor y
lágrimas, cosecha los mejores productos, y los ofrece a uno y mil mercados;
como un pescador, de cualquiera de las Cofradías valencianas, que nos dan lo
mejor del Mediterráneo; como un empresario industrial o uno del sector
terciario. Si tiene importancia el turismo, también la tienen todos y cada uno
de los factores que han intervenido en el proceso, para tener lo mejor, y más
importante. Todos estamos llamados a caminar para engrandecer más si cabe a la tierra valenciana, para seguir en la
senda del crecimiento y el progreso.
No nos dejemos engañar por las falsas promesas y por los
paraísos que algunos nos están ofreciendo. La ruptura de nuestros valores
culturales, religiosos, festivos, educativos y sociales, todos sabemos por
dónde puede venir. Y voy a ser muy claro: son los mismos que tanto amaban la
cultura, que quemaron catedrales, iglesias, conventos. Son los mismos que
destrozaron la imagen de la Patrona de Valencia, la Virgen de los Desamparados,
son los mismos, que hicieron desaparecer fiestas tan hermosas y arraigadas en
nuestra cultura, como la Navidad o los Reyes Magos, son los mismos, que
destruyeron todo aquello que se iban encontrando por el camino; son los mismos,
que asesinaron a inocentes, cuyo único pecado fue "ser devotos e ir a Misa";
son los mismos, que se mofan y ríen de los valores espirituales de occidente,
del Humanismo Cristiano, de la cultura grecolatina. Son los que no quieren
escuelas de pensamiento, que pueden despertar conciencias. Son los que salen a
quemar y destruir el mobiliario urbano, solo porque forma parte de la casta y
el sistema. ¿Es eso lo que los españoles queremos?
No debemos volver atrás. Para nosotros, lo importante es
vivir en democracia, libertad y respeto, sin renunciar a nuestros valores, y
sin que nadie nos obligue a hacerlo. Hemos conquistado valores a la vez que
superado situaciones adversas. No es bueno rememorar el pasado y removerlo con
porquería. Debemos dejar atrás lo que nos separa, que no es casi nada, y poner
en común, todo lo que nos aglutina. Somos un gran pueblo, que sabe salir de las
situaciones adversas, que ha dicho si a los gobiernos sensatos, a los que
llevan el progreso por las sendas del diálogo y la buena predisposición. No
vamos a tirar por la borda –en sentido metafórico-, lo que hemos ido ganando,
porque hay quien está decidido a ello. Que nadie nos imponga nada, sino que
votemos con libertad de conciencia, pensando en quien ha construido lo que
tenemos hasta éste mismo instante.
La corrupción ha existido desde que el hombre es hombre. Los
tratos de favor, son moneda común y de cambio en todas las actividades
comerciales o de intercambio. La práctica de la usura, ya es denunciada en los
textos legales del Código de Hamurabi. Cuando uno posee un determinado bien, y
tiene que transferirlo o venderlo, le interesa que tenga un valor alto. La
recalificación de terrenos, era una práctica muy extendida entre los griegos
cretenses. La venta, a mayor precio del trigo o el mosto, en tiempos de
escasez, era una práctica habitual, siendo productos básicos, en la sociedad
romana del bajo Imperio. Ante la escasez de carne, los mesoneros castellanos,
en la edad media, la adulteraban y le ponían especias, para que no se notara su
degradación, haciendo gran cantidad de pasteles de carne, práctica permitida
por la Corona castellana y aragonesa. La falta de moral y ética, es caldo de
cultivo de la corrupción, no solo en materia económica, sino en la laxitud de
las costumbres individuales y sociales. No es un mal, de un determinado partido
o de una determinada postura política. Es un mal común, permitido por una
sociedad, que solo mira para su egoísmo y no se fija en el otro que tiene
enfrente. Estamos ante una actitud vital, que hemos de desterrar de nuestras
vidas individuales y sociales.
Ese debe ser el sentido de nuestro voto. Analicemos quien o
quienes nos han hundido en la más absoluta de las miserias a lo largo de la
historia, y quien o quienes, han sabido sacarnos a flote, con esfuerzo, con
trabajo y sobre todo con altitud de miras. Se puede decir que no era lo que
esperábamos, pero seguro que cada uno de nosotros habremos dicho alguna
mentirijilla, para evitar un problema mayor. Votemos siempre pensando en quien
nos puede ayudar, quien ha hecho cambiar nuestra Ciudad, o quien respeta los
valores que nos hemos dado. Ese debe ser el sentido de nuestro voto. Y sea cual
sea nuestra decisión, VOTEMOS, participemos en la gran fiesta de la democracia,
porque nos jugamos mucho, y todos nos merecemos un buen presente y un gran
futuro, respetando a nuestro pasado. VOTEMOS CON SENSATEZ Y SENTIDO COMUN.