El proceso de desescalada está sembrado de pequeños gestos e
imágenes que ilustran hasta qué punto la pandemia ha alterado nuestras vidas.
Hoy en Xirivella una parte de la población, el público adepto o aficionado a la
natación, celebra la reapertura de la piscina cubierta y el reencuentro con una
rutina abruptamente perdida. Para muchos ha sido como volver a casa tras una
larga ausencia. Entre estrictas medidas de seguridad y todavía en ausencia de
los grupos de natación organizada, hoy ha sido una jornada tranquila,
caracterizada por la plena normalidad y una afluencia limitada. "Parece mentira
que uno pueda llegar a emocionarse por cumplir su obligación y abrir las
puertas de una instalación pública, pero de algún modo esa ha sido la sensación
que hemos tenido esta mañana el personal técnico y el equipo de gobierno",
declara el concejal de Deportes, Rubén Langa.
El servicio deportivo municipal ha establecido un estricto
guión de ineludible cumplimiento para todo usuario. La mascarilla es
obligatoria en el recinto si no se está nadando o bajo la ducha, el contacto
interpersonal está prohibido y en todo momento se informa de los aforos
permitidos en cada lámina de agua: 10 personas por calle en el vaso grande y 24
en toda la piscina pequeña. Tampoco se permite la presencia de acompañantes o
público en las gradas y se han limitado a la mitad las duchas y lavabos disponibles
para garantizar la distancia interpersonal. "Desde que iniciamos el proceso de
desescalada venimos apelando a la responsabilidad de la ciudadanía para, entre
todos, construir espacios de uso común seguros y libres de contagio; la
reapertura de la piscina cubierta es una nueva victoria colectiva", ha
destacado el alcalde Michel Montaner. Poco a poco, Xirivella se va reconociendo
a sí misma.