A las 12:19 horas de un 29 de
noviembre de 2013, con los gritos de fondo de algunos de los trabajadores de
Canal Nou denunciando que "açò es un cop
d'estat" ("esto es un golpe de estado",
para os que no dominan la lengua de Ausias March) la televisión valenciana se
fundía a negro. O sea, que se apagaba la voz y la imagen del único medio de
comunicación que hablaba en valenciano, que retransmitía los eventos deportivos
valencianos en nuestra lengua, que acercaba las fiestas tradicionales de los
valencianos a los valencianos. En definitiva, que vertebraba nuestra comunidad
en la que tantas veces hemos vivido de espaldas los unos con los otros.
Antes he dicho que la
televisión era el único medio, pero no es cierto. La gran olvidada de este atraco
a los valencianos, de este robo a la cultura, ha sido la radio pública de los
valencianos. Una radio que, pese a estar tan contaminada por las directrices de
propaganda política como su hermana la televisión, tal vez no sufría del
desprestigio que desde la pequeña pantalla se ganó a pulso elecciones tras
elecciones.
¿De verdad nos quieren hacer
creer que no era posible mantener Radio Nou?¿de verdad que se creen que somos
tan manipulables que nos vamos a creer que el coste de mantener una radio
pública valenciana, en valenciano, supondría el cierre de los hospitales
privatizados o de las subvenciones que recibían los colegios privados? Porque
los hospitales públicos están pendientes de un hilo para "privatizar su
gestión" que es el eufemismo con el que se prepara la antesala de la pérdida de
su carácter público y de calidad. Y los colegios públicos ya saben los pobres
por la que están pasando, tras la incautación por la Generalitat de los ahorros
que habían conseguido tras una aplicación a los pocos ingresos que recibían de
un tratamiento de economía de guerra.
Una radio pública es esencial
para un pueblo, para una nación o para como quieran llamarse el conjunto de ciudadanos
que tiene unos intereses comunes, intereses culturales, económicos y políticos.
Es esencial para la organización de sus proyectos y la coordinación de los
mensajes. Para, desde la pluralidad, sentirse una comunidad. O más bien una
hermandad entre gente que tiene entre sí más cosas que les unen que qué les
separan.
Si lo de la televisión ha
sido un atentado al valencianismo político, cultural y económico, lo de la
radio es muchísimo más grave. Porque por cuatro euros y con una plantilla
acotada para las necesidades del territorio al menos tendríamos una radio
pública en valenciano y que tratara de los problemas y alegrías de los
valencianos. Esto sí que es un golpe. Un durísimo golpe de estado.