Una ciudad no se mide por su longitud y anchura, sino por la amplitud de su visión y altura de sus sueños”. El periodista estadounidense Herb Caen, quien conocía cada palmo de San Francisco y que informó sobre esta ciudad californiana durante 30 años, huía de aspectos físicos o geográficos y aludía más a ilusión y capacidad de proyectarla en el futuro cuando definía una ciudad.
Desde luego, cuando vives en una urbe, en este caso València –vamos a poner los pies ya en el suelo- te interesa cómo será dentro de unas décadas, pero, sobre todo, lo que te importa es el modo en que funciona en la actualidad y de qué forma lo hará en un futuro inmediato, el que te afecta. Y el diseño de la ciudad depende, en bastante medida, de quien la dirige, de la persona que ocupa la alcaldía y de cómo delega atribuciones y responsabilidades en su equipo de concejales.
Esa ocupación y preocupación de quien dirige la alcaldía implica que haya un centro de salud cerca de tu casa porque el Consistorio ha cedido el local necesario y ha realizado los trámites con Conselleria, que el parque donde juegan tus hijos tenga más columpios y césped y menos matojos, que puedas escoger entre colegios de otras barriadas o que tu elección se centre en tu zona específica. También condiciona la forma en que te vas a mover por las calles, si existirá más o menos servicio público, qué grado de mantenimiento tendrá y, sobre todo, con qué frecuencia pasará. O si habrá más o menos iluminación de aceras, vigilancia policial para garantizar la seguridad, promoción de la vivienda para que sea más accesible… Y así un largo etcétera.
Las municipales constituyen, en la práctica, las elecciones que más nos afectan. Del mismo modo, resultan igualmente aquellas que más puedes personalizar, porque existen más posibilidades de que conozcas a personas de alguna de las candidaturas. Puede que de varias. Incluso que tengas amistad o familiaridad. Por tanto, sabes mejor qué puedes esperar. Y quien se presenta, si sale, también se verá sujeto a dar más explicaciones. Nada que ver con las del Parlamento Europeo, cuyos candidatos salen y emigran entre semana a Bruselas. O incluso con las del Congreso. En unas elecciones locales los cargos electos pueden recibir cada día, en su simple tránsito por la calle, sugerencias o reclamaciones. La exposición es mucho mayor.
Y para reclamar con cierto conocimiento de causa, antes hace falta documentarse. Lo primero, tener en cuenta que compiten 23 candidaturas a las elecciones al Ayuntamiento de Valencia. Son (por el mismo orden que aparecen publicadas en el Boletín Oficial de la Provincia de Valencia del 24 de abril) las siguientes: Compromís per València, Partido Socialista Obrero Español, Alternativa Republicana, Partido Popular, Escaños en Blanco, Demòcrates Valencians, Falange Española de las JONS, Esquerra Republicana del País Valencià, Auna Comunitat Valenciana, Partido Animalista Contra el Maltrato Animal, Contigo Somos Democracia, Partido Comunista de los Pueblos de España, Unides Podem-Esquerra Unida, Avant Los Verdes Ecopacifistas, Vamos, Por un Mundo más Justo, Partido Libertario, Actuando Contigo Partido para la Sociedad, Ciudadanos-Partido de la Ciudadanía, Som Valencians en Moviment-Cuides, Coalición Progresistas Centrados, Poble Democràtic y Vox.
Una vez recabada esa información, las ideas generales de los partidos (ya no me meto en programas), comparar qué ha hecho cada uno de las cinco formaciones políticas con concejales en los últimos cuatro años y saber si tenemos a algún conocido o amigo que merezca nuestra confianza (y, por qué no, nuestro sufragio) en liza, se trata de votar. Sobre todo, de implicarse. Aquí ya no hay excusa, como sí ocurre con los mal llamados presupuestos participativos que apenas movilizan por la falta de difusión y por la obligatoriedad del voto telemático.
Que cada cual opte por quien considere. Quizás, por quien piensa que tiene la visión y altura de sueños que reivindicaba Caen. Por quien muestra más ilusión por el desarrollo de Valencia. Por quien quiere arrastrar en su aspiración a una mayor parte de la población y trata de lograr que más convecinos se identifiquen con su proyecto.
En este punto, me retrotraería a la sentencia atribuida al filósofo griego Platón, cuando señalaba que “nosotros no establecemos la ciudad mirando a que una clase de gente sea especialmente feliz, sino para que lo sea en el mayor grado posible la ciudad toda”. Personalmente, espero esa visión platónica de quien ocupará la alcaldía a partir de junio. Nada que ver ese espíritu de interés común con lo que, bastantes siglos después, reflexionaba el escritor francés Edmond Thiaudière al indicar que “la política es el arte de disfrazar de interés general el interés particular”.
¿Ganará Platón o Thiaudière? Depende un poco de cada habitante de Valencia. Cada voto, y más este 26 de mayo por la igualdad existente, tiene su dosis de decisivo.
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