Cristóbal Aguado personifica la historia de la Asociación Valenciana de Agricultores. Constituyó parte activa de su fundación, en 1977, y ocupó diversos cargos, incluida la vicepresidencia durante diez años, hasta que dos décadas después, en 1997, ascendió a la presidencia. Ahora este agricultor especializado en cítricos o caqui planifica ya el 50 aniversario de la entidad, en 2027. De esas cinco décadas que se cumplirán en un bienio, con su reciente reelección el pasado mes de mayo Aguado llevará tres de presidente. En estos 30 años muchos problemas del campo se mantienen o se agravan y surgen otros que afrontará.
Falta de relevo generacional, minifundismo extremo, trabajo deficitario en la remuneración… cuando ganó su primera presidencia, en 1997, ya existían estas dificultades para el sector agrario. 28 años después, ¿considera que puede hacerles frente?
Si no estás, todo podría ser peor. En una democracia, la participación social resulta fundamental. Los políticos nunca han de estar solos y deben de tener contrapesos, como el Colegio de Médicos, la CEOE, las organizaciones agrarias… Y los periodistas y medios de comunicación, que sois notarios de la realidad y hacéis visible lo que ocurre. Los agricultores no vamos a mejor, porque se nos oye, pero no se nos escucha. Hay gente, o responsables públicos, que piensan que nos quejamos por costumbre y no ven las luces rojas de alarma encendidas, como las 170.000 hectáreas abandonadas o una media de edad en el campo que supera los 65 años. Somos la región que menos jóvenes tiene de Europa.
Y todo esto sigue sucediendo pese a que su materia prima (cítricos, hortalizas, verduras…) , resulta esencial para el consumo. ¿A qué se debe esa incongruencia?
Ahora te compras un campo y la Agencia Tributaria te sangra. Los políticos se han atrevido a situarse por encima de los científicos y a aplicar unas normativas que, por ejemplo, nos han quitado el 70% de los activos que utilizábamos para matar plagas y obtener cosechas de calidad. En la actualidad, dentro de esa misma incongruencia, el desperdicio alimentario en el campo es mayor y hasta un 30% de la producción puede ir a destrío por los productos que te obligan a emplear. Me parece muy bien que se busque un sistema mucho más limpio, pero hay que facilitar herramientas para hacerlo al agricultor. Y tampoco resulta comprensible que en la época de la tecnología y la inteligencia artificial nos coma la burocracia porque las administraciones quieren convertirnos en oficinistas. Esa burocracia debería de asumirla la Administración y no los agricultores.
Precisamente esa falta de ayuda oficial se ha convertido en una de sus reivindicaciones habituales. ¿Se ha producido una mejora en los últimos lustros desde su punto de vista, ya que usted ha sido testigo de la evolución?
El dinero de la Unión Europea para la agricultura mediterránea es una limosna. En los diez años de periodo transitorio para España antes de ingresar en la UE se eliminó la preferencia comunitaria y Marruecos, por ejemplo, tenía muchas más ventajas para vender su producto. Europa no ha favorecido que en España haya una reestructuración del sector agrario, al contrario que sí que hizo en Francia e Italia y les permitió modernizarse. Necesitamos, y así lo vengo reivindicando desde hace tiempo con cada conseller, un plan de modernización del campo, y en particular del sector citrícola. Por no tenerlo algunos grandes agricultores se han marchado a Andalucía o fuera de España.
¿No cree que el panorama que describe contrasta con la defensa de la huerta y su protección que forma parte de las propuestas de cada vez más partidos políticos?
Aquí se ha sacralizado la huerta; sin embargo, los agricultores necesitamos bastante más que el hecho de que sirva de entorno para fotos. Nos hace falta ayudas, que atraiga a jóvenes, que no padezca un minifundismo exagerado. La labor que desarrollamos constituye una actividad económica que, además, mejora el medio ambiente. Por otra parte, la seguridad alimentaria resulta básica. Si dependemos de fuera, siempre estaremos en peligro. Si falla el lineal de alimentación del supermercado la gente se vuelve loca. Si tienes un coche cinco días en el taller en reparación, asumes la espera; pero para comer no puedes esperar.
De la forma que lo plantea parece obvio; no obstante, se quejan de que no consiguen el respaldo político de quien adopta las decisiones. ¿Cree que en su último mandato –usted ha anunciado que ya no volverá a optar a la presidencia- logrará revertir esa situación?
Los políticos nos dan abrazos, pero luego levanta la mano un señor en Bruselas y todos le hacen caso. En la presentación de mi candidatura la principal novedad ha consistido en la reivindicación de una ley de espacios verdes que incentive la entrada de jóvenes y la actividad agraria. Y que conlleve un seguro de estabilidad económica de la cosecha, de garantía de renta. La finalidad consiste en que se valore el esfuerzo del agricultor y que, en caso de pérdidas, haya una compensación que garantice el recambio generacional. Esto permitiría desarrollar una modernización de estructuras agrarias. Europa lo arregla todo diciendo que va a dar más ayudas a los jóvenes; en cambio, lo que necesitamos es que su trabajo, calidad y profesionalidad se premie con salarios más altos, que exista garantía de ello.
Habla de carencia de relevo generacional, un problema que adquiere tintes de endémico en el campo. ¿Esto deriva en una falta de personal en toda la industria, y no únicamente en la propiedad del terreno y en la siembra?
Antes había cuadrillas en los pueblos para cosechar y equipos de podadores, pero ahora eso resulta impensable. He viajado mucho a países como Brasil, Sudáfrica, Italia… y la gente sube con la escalera para recolectar la cosecha con cuidado. Aquí se coge lo que se alcanza con la mano y se tira a la caja, y eso produce un deterioro de calidad, y más producción a destrío. Una solución podría ser que los inmigrantes ilegales que quieren trabajar entren legalmente, que les hagan un curso de formación y, ya con conocimientos, vayan al campo a realizar bien la faena durante el tiempo que dure el contrato. Las cosas funcionan de manera adecuada si se organizan correctamente. Aquí persiguen a agricultores con helicópteros como si fueran delincuentes y muchos inmigrantes no quieren trabajar legalmente. Y la fruta hay que recogerla cuando toca, porque su vida dura unos días.
Uno de los datos más escalofriantes que suele comentar es el de abandono de tierras de cultivo. Antes ha aludido a 170.000 hectáreas. En la práctica, ¿en qué deriva esta situación en el día a día del agricultor?
Una de cada cinco hectáreas de cultivo de la Comunitat Valenciana está perdida y es un refugio de ratas y jabalíes o un espacio de matojos que pueden generar un destrozo en caso de incendio y de propagación de plagas. Muchos ayuntamientos no se han concienciado de esta situación ni adoptan medidas preventivas. Deberían de funcionar los consells agraris y escuchar a expertos. En todos los campos donde no se cultiva debería de triturarse la broza dos veces al año, y si no lo hace el propietario que se ocupe la Administración y luego le pase la factura.
Una de las soluciones que han impulsado frente a la precariedad en el campo la constituyen los nuevos cultivos. ¿En qué estado se encuentra la Comunitat Valenciana en ese aspecto?
El agricultor valenciano siempre ha sido emprendedor. Desde AVA hemos impulsado la producción de aguacate con la creación de Asoproa al comprobar su crecimiento en consumo y que la Comunitat Valenciana reúne las condiciones para su cultivo. En la actualidad se plantan entre 300 y 400 hectáreas y ya somos la segunda zona productora nacional, con expectativas de seguir aumentando.
Ese optimismo, ¿lo traslada también a la fruta de hueso o de verano, que este año alcanza unos precios elevados?
Sí, paraguayos o melocotones, por ejemplo, tienen buena cotización. No obstante, también padecen el problema de la falta de mano de obra. Necesitamos grupos de producción para agrupar tierras, ya que dentro de 10 años el 20% de los actuales agricultores ya no estará en activo y hay que cultivar esos campos. Necesitamos más técnicos cualificados también, pues si se hace agujeros sin miramiento en las podas, por poner un ejemplo, se mata el árbol. La profesionalización de la gente trabajadora resulta esencial.
Usted insiste en la falta de atención al campo; no obstante, ¿no considera que sí que existe un mayor aprecio a elaboraciones autóctonas, de algunas zonas geográficas en particular, por parte del consumidor, como tomate o vino, que ayudan a mejorar su rentabilidad?
Una pequeña parte de la sociedad valenciana mira mucho el origen en el tomate, la naranja o el vino, pero poca. No exista la validación que tiene Francia. La clementina francesa se paga en ese país el doble que la española pese a que la nuestra es de mayor calidad. Si en Valencia se comprara producto de proximidad se revalorizaría todo; sin embargo, no hemos entendido lo que significa retroalimentar nuestro circuito de economía y producción. ¡Qué mejor que comprar patata o cebolla de nuestra huerta! Cuando viene gente de fuera a nuestro territorio te pregunta por qué no saben las naranjas así al comprarlas en su país. La fruta cogida directamente del campo presenta un sabor excepcional. La Comunitat Valenciana tiene muchas ventajas para disfrutar de calidad agroalimentaria, pero en lugar de disfrutar de esta circunstancia mucha gente opta por comprar fruta exótica muy cara y tirar piedras sobre su propia casa.
Para concluir, y después de todo lo hablado, voy a reformularle la primera pregunta de esta entrevista. Si empieza su octavo ciclo como presidente a sus 74 años se presupone que se debe a que, pese a todas las dificultades relatadas, tiene ilusión y ve soluciones. ¿No le mina la moral que los problemas que ahora cuenta sean, en su mayoría, los mismos de décadas atrás y no se hayan solucionado?
Voy a seguir reivindicando como el primer día. Continuaré insistiendo y pegaré muchos martillazos, como un buen escultor a su obra. Desde luego, si continuo es porque cuento con un equipo amplio, comprometido y con capacidad, que permite repartir las tareas y estar presentes donde se pueda defender el campo valenciano.