Amparo Folgado. EPDA En cuestión de unos días tendrá lugar el Día Internacional por la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, cita marcada en el calendario de toda comunidad que pretenda acabar de una vez por todas con esa mancha en nuestras sociedades, como es la violencia ejercida sobre la mujer. Si la violencia, en todas sus vertientes, es deleznable y ha de ser duramente reprobada por la sociedad, en el caso de la violencia del hombre sobre la mujer esta repulsa ha de ser mayor y más contundente, sin restar importancia a los otros tipos de violencia. Sin olvidar que la violencia contra la mujer la sufren igualmente los hijos y familiares cercanos a la misma. En la violencia ejercida sobre la mujer hay hombres que la justifican por los que ellos llaman “su propia naturaleza” que no es otra que querer tener el control y el dominio sobre la mujer por considerarla su posesión y dominio. Ejerciendo la violencia y la fuerza en cualquiera de sus formas. Y, desgraciadamente, este hecho ha existido, y sigue existiendo, en las sociedades, con total aceptación en el pasado y completa persecución a día de hoy, afortunadamente.
Ha una forma de violencia que avanza en nuestra sociedad, propio de la cuarta revolución, aunque no se hable de él ni acapare en estos momentos un espacio en la agenda pública. Con la aparición de las nuevas tecnologías, se ha introducido un nuevo tipo de violencia, que yo llamaría violencia a distancia. A día de hoy el agresor ya no necesita estar en el mismo espacio físico que la víctima para ejercer su presumida superioridad, sino que mediante el uso de las RR.SS. y las nuevas tecnologías en su conjunto, la violencia, salvo en su vertiente física, pude ser practicada desde cientos o miles de kilómetros y de forma inmediata. Esta nueva variante de violencia adosada a la revolución digital no tiene el foco mediático puesto en su seno, pero tiene una gravedad suma, ya que es un nuevo factor que influye directamente a los más jóvenes dada la íntima relación y conocimiento de estos sobre el uso de las nuevas tecnologías. Si desde la edad más temprana pretendemos educar y formar en el respeto a los derechos, especialmente en el respeto de los hombres hacia las mujeres, para prevenir futuras conductas erráticas, un ámbito al que hay que prestar especial atención y comenzar a concienciar sobre su uso es el de las TIC, ya que es un terreno propicio para cometer este tipo de violaciones por parte de los nativos digitales. Se ha de mostrar que la violencia, violencia es, ya sea ejercida físicamente, verbalmente o por medios digitales, da igual, la agresión existe y produce sus efectos. En este sentido los más jóvenes han de comprender que sus comentarios, afirmaciones o amenazas por medios telemáticos tienen la misma consideración y punibilidad que ejercidos en persona.
La violencia física, verbal, digital o cualquiera de las formas en las que se manifieste sobre la mujer, por el mero hecho de serlo, no puede ser consentida. Debe ser condenada y debe ofrecer todos los medios públicos para proteger a la mujer. Pero, además, debe trabajar conjuntamente con la sociedad y los poderes públicos para erradicarla. La prevención, la educación y la concienciación social deben ser los pilares en los que se sustente. Como sociedad no podemos escatimar esfuerzos en conseguir que la violencia contra la mujer sea eliminada, y en ese sentido, la educación y la formación en valores juega un papel fundamental al igual que nuestras leyes; y los poderes públicos, sociales, judiciales y políticos debemos trabajar para conseguirlo. Nos atañe a todos.
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