Teresa Ortiz. /EPDA Las mujeres a lo largo del mundo siguen sufriendo desigualdades de distinto tipo en sus libertades: dos tercios de las personas analfabetas del mundo son mujeres, se siguen produciendo matrimonios concertados, las mujeres seguimos lejos de una igualdad real en muchos países, y en los que nos encontramos más cerca de esta igualdad, seguimos encontrándonos con diferencias salariales ejerciendo los mismos puestos de trabajo. También se sigue dando una mayor dificultad de las mujeres para ascender a puestos directivos.
Desde que hace más de un siglo, concretamente en el año 1910, se aprobara la celebración del "Día de la mujer Trabajadora", en la II Conferencia de Mujeres Socialistas en Copenhague, el día de la mujer ha pasado a ser un día de reivindicación de la igualdad efectiva y real ante la todavía candente desigualdad de género.
Nuestro Día Internacional de la Mujer supone en gran medida un espacio de festividad, porque celebramos valores y logros como la libertad, la igualdad, la sororidad, el empoderamiento o la fraternidad entre géneros, pero también es un día de lucha y de protesta en el que reivindicamos el camino que aún falta por lograr, así como denunciamos activamente y en voz alta que se acabe de una vez con la lacra de la violencia machista que nos asola, y que lejos de disminuir, sigue en aumento.
Profundizando en aspectos relacionados con esta edición del 8M y también con respecto a ediciones anteriores, deseo hacer sentir en voz alta que muchas mujeres no nos vemos representadas en algunas de las manifestaciones de ese día. En algunas de esas concentraciones se formulan una serie de eslóganes con los que no nos sentimos identificadas y que no sirven ni de lejos como vehículo para buscar soluciones a nuestros problemas reales diarios, ni consideramos que vayan a ayudar a mejorar la situación de la mujer en el mundo. Frases como "ni porras ni pistolas, tijeras para todas", "la talla 38 me aprieta el chocho", "dile a tu hijo que no viole", "que te la chupe Siri" y otro largo etcétera de barbaridades, a mí no me representan.
A mí me representa mucho más la reivindicación pacífica y a la vez contundente, integradora y a la vez siempre alerta, educada y a la vez con toques de irreverencia inteligente. Una reivindicación libre, pero no libertina, donde se ponga en valor la capacidad, el mérito, el esfuerzo, el conocimiento, la fuerza y la personalidad de las mujeres. No quiero una reivindicación casi totalitaria para confrontar al machismo, que, si bien es cierto que existe y mucho, no se puede poner a todos los hombres en el mismo oscuro lugar. En la sociedad, la mayoría de los hombres son buenos hombres, inteligentes, capaces, igualitarios y fenomenales compañeros. Entiendo que ellos también miren con desdén e incluso temor ciertas proclamas belicistas e innecesarias de todos estos últimos años.
Si hablamos de paridad, el anteproyecto de ley del mismo nombre establece listas electorales cremallera, cuando ya existe una cuota mínima del 40% del sexo menos representado y obligación de representación paritaria en el Consejo de ministros y las grandes empresas. En mi opinión, la simple palabra "cuota" pone de manifiesto por un lado que no existe igualdad real y por otro la "obligación" de tener que poner en valor al sexo minoritario, la mayor parte de las veces en el caso de las mujeres.
La realidad de todo esto es que debería valorarse el trabajo de la mujer por su valía, experiencia y talento. El verdadero problema no debe ser tener una "cuota" más o menos igualitaria de hombres o mujeres en determinados puestos o sectores, sino que la elección de esos puestos se realice por la aportación que esa persona realiza al puesto. Para llegar a una igualdad real se deberían cuidar los motivos por los cuales no existe esta igualdad y se deberían legislar políticas por las que se les permitiese a las mujeres poder contar con un permiso de maternidad sin perjudicar a sus profesiones. Igualmente, los padres deberían poder disfrutar por igual del cuidado de sus hijos. Así mismo, se debería cuidar el derecho de las niñas a la mejor educación y controlar los actos de aquellos sectores o grupos que actúan de una manera discriminatoria hacia las mujeres, actuando con toda la firmeza que ampare la Ley.
No podría sentirme más orgullosa esta semana de la intervención realizada por nuestra portavoz en el Congreso de los diputados, Inés Arrimadas, donde ponía voz a lo que muchas mujeres pensamos con tristeza respecto a lo que debería ser un día de reivindicación por los derechos adquiridos y de lucha de los que nos quedan por conseguir. Como decía la propia Inés dirigiéndose a la ínclita y ya hasta agotadora hasta la saciedad Irene Montero, ministra de Igualdad: "en vez de ayudar a las mujeres, está con sus pamplinas del todos y todes. Lo suyo no es feminismo".
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