Carlos Gil.
Este
fin de semana celebramos, en Benavites, las primeras Jornadas sobre
Benicalaf. Para quienes no conozcan la historia de la Vall de Segó,
Benicalaf es uno de los antiguos poblados que llenaban de vida este
valle, que fue anexionado a Benavites en 1856, quedando en pie, en la
actualidad tan solo la iglesia dedicada a Santiago Apóstol.
La
celebración de estas jornadas coincide con el inicio de las obras de
restauración de la iglesia, un objetivo perseguido por nuestro
Ayuntamiento desde hace ya muchos años y que, por fin, parece que va
a poder ver la luz. La restauración de la Iglesia de Benicalaf no es
solo la recuperación de un edificio histórico, sino la puesta en
valor de un símbolo de nuestro pueblo, querido y admirado por todos
aquellos que la sentimos como algo nuestro y la visitamos con
frecuencia.
Un
pueblo es responsable de cuidar su historia, mantener su patrimonio y
preservar sus tradiciones, como garantía de mantener unas señas de
identidad que lo representen. Es algo que imprime carácter y que lo
diferencia de los demás. El carácter emprendedor de los vecinos de
Benavites nos ha llevado a crear y mantener en constante crecimiento
un elevado número de tradiciones locales que, año tras año, vienen
representando nuestra forma de ser. En algunos casos, se trata de
tradiciones históricas, en otros son actos de reciente creación
pero que han pasado a formar parte de nuestra idiosincrasia local por
la importante aceptación de que se han rodeado.
Las
tradiciones representan nuestros valores y forman parte de nuestra
identidad municipal y enriquecen el patrimonio cultural local. No es
necesaria una antigüedad centenaria para que un acto pueda
considerarse tradicional porque ese patrimonio se crea cada día,
incrementando y consolidando nuestra personalidad. Y, como parte del
patrimonio que son, nadie puede considerarse dueño de esas
tradiciones, ni utilizarlas como moneda de cambio, ni considerarse
legitimado para interponerse en su celebración. Las administraciones
públicas tenemos el deber de cuidarlas y potenciarlas, pero es la
ciudadanía quien tiene la responsabilidad de mantenerlas y hacerlas
crecer como símbolos de identidad de cada municipio.
Benicalaf
va a ser el ejemplo de recuperación de un patrimonio dañado por el
paso del tiempo y por la acción y la inacción humana. Si Benavites
ha encontrado la forma de frenar el deterioro de la Iglesia, no hay
motivo alguno, salvo la propia voluntad, para permitir que otro
patrimonio se deteriore de igual forma. Es nuestra Iglesia, es
nuestra historia y es nuestra cultura. Y ahora que vamos a poder
disfrutar de su nuevo aspecto, no hay ningún motivo para que dejemos
de visitarla como hemos hecho hasta ahora. A Benicalaf, tots junts!!
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