José Manuel Mora Pla. /EPDANo escarmentamos ni por esas. Parece que nos pone el masoquismo de regodearnos en la antigua y pérfida mierda, contra más antigua, mejor; en las miserias de la condición humana, que tanto mal nos han hecho a lo largo de nuestros más de quinientos años de historia en común.
Hay que ver cómo lo pintó nuestro genial Goya, y no digamos como lo escribió Antonio Machado, musicado por el gran Serrat :
Españolito que vienes
al mundo te guarde Dios;
una de las dos Españas
ha de helarte el corazón.
Vamos que no aprendemos y, además, tenemos querencia a volver a las andadas : al odio cainita y visceral, dejando el raciocinio y el buen talante para que se lo coman los cerdos, en su proceso de engorde.
Es demencial que gran parte de nuestra actual clase política, nefasta, retrógrada, vengativa, deleznable, inculta, frustrante... (que cada cual le siga poniendo los calificativos que le apetezca), haga lo que está haciendo.
El hito más importante y lúcido de nuestra historia política más reciente, la Transición, se lo quieren cargar. Unos, porque llevan el "malaje" en su ADN, otros porque los necesitan para poder gobernar y, otros tantos, bastantes, porque forman parte de una oposición mediocre, encabronada entre ellos mismos, y TODOS porque solo aspiran a chupar de la teta estatal para amamantarse ellos mismos y a sus adláteres del estómago agradecido.
Para una vez que los españoles se dan un abrazo como toca y se perdonan de verdad, tras una destructiva guerra civil y una feroz dictadura de los vencedores, resulta que en pleno siglo XXI, con una democracia plena y consolidada como la que tenemos, estamos volviendo a las andadas.
Si mi abuelo levantara la cabeza le daría un yuyu mayúsculo; lo puntualizo :
Resulta que mis abuelos eran católicos, apostólicos y romanos, hasta las trancas, pero también, y hasta las trancas, buenas personas.
Con mis padres y con ellos me crié, crecí y me eduqué hasta el día en que cumplí veintidós años; ese mismo día, murió mi abuelo Pepet, de "Cá els Bragats", el noveno de doce hermanos que nacieron en una barraca en plena Huerta Valenciana.
Voy a contar una historia que se la oí decir a él varias veces y que viene muy a cuento de todo esto.
Mis abuelos trabajaban en Tabacalera; mi bisabuela también lo hizo. Pues bien, en plena Guerra Civil, siendo Valencia capital de la II República, a mi abuelo lo "acojonaban" los compañeros de trabajo anticlericales (mi abuelo salvó, escondiéndolos en su casa, a unos cuantos religiosos, monjas y reliquias eclesiásticas) diciéndole que con su cabeza jugarían al fútbol.
Cuando acabó la guerra, mira por donde, mi abuelo formó parte del "Tribunal de Depuración de Tabacalera" - tal cual se lo oía decir cuando lo contaba - y pudiéndose "vengar" de ellos sin ningún problema, afloró en él lo mejor de la condición humana, y perdonó a todos.
¡ Cómo iba a hacer algo diferente y contrario a lo que hizo Jesucristo !, que "estando en el Patíbulo de la Cruz dijo : Padre, perdónalos porque no saben lo que se hacen, y expiró".
Pues eso. Ahí está todo dicho.
¡Cuántos Pepets hacen falta hoy en día!.
Por cierto, yo en mis años de estudiante, luché modestamente por la instauración de la democracia, como antifranquista a título particular, y en más de una ocasión me corrieron, en las manis, los grises; nunca me cogieron pues corría mucho más que ellos. Estaba muy en forma.
Pues bien, mi abuelo nunca se enteró de ello, pues le quería tanto (le adoraba) que jamás se lo dije, para no disgustarle.
Murió a los ochenta y ocho años, convencido de que "el seu net, era un bon xiquet".
Si sirve de algo, o a alguien, mi abuelo y yo, nos alegraremos un montón y, si no, pues a quien Dios se la dé, San Pedro se la bendiga.
Ah, que se me olvidaba, ya es hora de Valencia y de la Comunidad Valenciana.
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