Susana Gisbert.La
pasada semana sabíamos de una buena noticia que, en realidad no lo
era tanto. Y a la que, por cierto, se le dedicó mucho menos tiempo
del que merecía, como parece que ocurre con las cosas realmente
importantes.
Tres
bomberos españoles se enfrentaban en un juicio en Grecia por un
presunto delito de tráfico de personas en Lesbos. Cometido, según
se les acusó, cuando lo que hacían era precisamente lo contrario:
salvar vidas poniendo en riesgo la suya propia. Algo que iba a
describir como una paradoja, pero es mucho más que eso. Es el mundo
al revés. Acusar a quienes sacrifican su comodidad para largarse a
muchos kilómetros para salvar vidas.
Por
fortuna, fueron absueltos. Una aparente buena noticia, como decía al
principio. Por eso les dedican unos minutitos, aplaudimos, nos
quedamos tranquilos, y a otra cosa, mariposa. A seguir con nuestras
vidas y con nuestras preocupaciones grandes o pequeñas desde nuestro
sofá. Y a conformarse con eso de que "bien está lo que bien
acaba".
Pero
la cosa va más allá. Ellos fueron absueltos, sí. Pero no sin antes
pasar por el calvario de su detención, la obligación de volver a
casa y dejar su misión, y la zozobra de unos meses en que no sabían
que iba a pasar con sus vidas. Y, lo peor de todo, el aviso a
navegantes que esto supone. Cuidado con meterse en esos fregados que
el precio puede ser muy alto. Un mensaje disuasorio donde los haya
para quienes se planteen coger sus mochilas y cruzar allende los
mares para una misión humanitaria de ese cariz.
Así
que no nos dejemos engañar. No nos conformemos con el mensaje fácil
de que se ha reparado la injusticia. Solo se ha puesto un parche, un
remiendo. La injusticia con ellos existió, y solo se han aminorado
sus efectos. Pero la injusticia que subyace, las cosas que pasan cada
día en el lugar del que ellos tuvieron que regresar, sigue ahí.
Cada día muchas personas arriesgan su vida por un futuro incierto
porque no tienen nada que perder. Y a quienes tratan de paliarlo se
les disuade, se les pone difícil y hasta se les ignora. Porque ya se
nos han pasado los efectos de la foto del niño que conmovió al
mundo, a pesar de que muchos otros niños anónimos, sin foto ni
noticia, siguen pasando por lo mismo. Ahí y en muchas otras partes
del mundo.
No
es una buena noticia, aunque sí lo sea para la situación personal
de esos hérores. En realidad, es una falsa buena noticia. No es más
que alivio, una tregua en una situación terrible que sigue ahí a
pesar de que hayan dejado de dedicarle minutos de informativos, y de
tiempo en las agendas políticas.
Que
los árboles no nos impidan ver el bosque, un bosque de olas en este
caso. No nos quedemos en la superficie del agua, que el fondo del mar
está lleno de cadáveres.
SUSANA
GISBERT
(TWITTER
@gisb_sus)
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