Josep Catalunya Albert /EPDA Pocos días antes de la elecciones generales del 23 de julio, leí una pequeña carta de un lector en un medio de comunicación en la que exponía los motivos por los cuales jamás podría votar al Partido Popular o a VOX. La verdad es que me acabaron de convencer dichas manifestaciones y ellas me motivaron, como español y valenciano, aún más si cabe, para dar mi voto a una de las candidaturas progresistas que concurrieron a dichos comicios del 23-J.
El referido lector aludía a una serie de valores que le habían enseñado sus padres: valores de libertad, de justicia, de equidad, de solidaridad, de igualdad, de respeto y de fraternidad. Valores y principios similares son lo que, entre otros y muy especialmente, me enseñaron desde niño mis padres desde su óptica cristiana.
Con el tiempo aprendí a respetar otros valores como el cambio climático para no destrozar el planeta en que vivimos, la violencia de género, una justicia fiscal en beneficio de los que menos tienen, los derechos de los trabajadores y de los también justos derechos de los empresarios, a no olvidar a todos los muertos y no recordar solo a los de una parte, a la auténtica división de poderes, al respeto de todas las lenguas españolas y a su promoción y al estado de las autonomías , reconocido constitucionalmente, así como mi absoluto rechazo a la homofobia, a la misoginia y al racismo.
No pongo en duda, y lo respeto enormemente, que son muchos los votantes de la derecha que están imbuidos de algunos de estos valores y principios, pero no es eso lo que nos ha demostrado el Partido Popular, aceptando, como ya dijimos en otra ocasión, muchos de los postulados de VOX, tales como el no reconocimiento del cambio climático, negando evidencias científicas, la negación de la violencia de género y apostar por bajar impuestos a los más ricos, y no oponiéndose rotundamente a otros postulados como el proyecto de este segundo partido político de acabar con el estado de las autonomías o de reducir a su mínima expresión las lenguas españolas diferentes del castellano. Y buenos ejemplos de ello ya los tuvimos con anterioridad a las elecciones del 23 de julio en la Comunitat Valenciana, en la Comunidad de Castilla-la Mancha, en Baleares y en Extremadura, y, posteriormente, lo hemos vivido en la Comunidad Autónoma de Aragón y en varios municipios españoles.
Estas son, pues, las razones que motivaron el sentido de mi voto.
Creo que es útil, para terminar, recordar las recientes palabras del que fue presidente de la Generalitat Valenciama Ximo Puig:
“ Quien no es capaz de entender todas las miradas de una sociedad diversa, quien no es capaz de respètar la polifonía de voces de una sociedad plural es imposible que gobierne bien”.
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