Termino de leer los
artículos de mis amigos Lluis Mesa y de Carles López, el primero reflexivo y el
segundo, pasional, así que me uno a mis compañeros para aportar mi humilde
punto de vista
El Rey ha abdicado. La
figura del monarca no está exenta de problemática basada, además, en una
premisa que como tal, es válida: ¿por qué esta persona está ahí sin que yo la
haya votado? ¿No estamos en democracia?
Es pues válido el
planteamiento de pensar que es mucho más democrática una república que una
monarquía de derecho sucesorio. Pero conviene indagar un poco más. Bien es
cierto que al Rey no lo elegimos nosotros, pero podríamos estirar mucho más y
preguntarnos a qué cargos elegimos nosotros directamente y si el modo de
elegirlos es suficiente garantía de que realizarán bien la faena.
Quizá lo que más me
escame es que la desigualdad frente a la Ley. La Ley está para servir a la
sociedad pero la sociedad está para obedecerla y someterse a sus dictados. Que
el monarca sea inimputable supone una desigualdad que, por mucho que el
refrendo lo explique, no lo justifica.
La figura de la monarquía
como institución representa a mi parecer, unos valores intangibles pero de alto
contenido, que no han de verse
menospreciados. Estos son el valor de lo hispano en el mundo y la unidad
del territorio.
La corona como
institución, justamente apolítica, debería y de hecho así lo ha conseguido, ser
un referente de lo cultural de lo que significa España y lo español en el
mundo. No tengo tan claro que un presidente de la República, sometido a los
dictámenes de unos partidos políticos agigantados, que devoran todo lo que
encuentran a su paso, con tal de sacar
rédito poítico.
Por lo tanto, y vista la
historia reciente, y no tan reciente, entiendo que la monarquía, pese a que no
estuviera mal la idea de reformarla y someterla más al imperio de la Ley, a día
de hoy es una institución cuya labor es muy importante en cuanto a cohesión y a
identificación cultural.
Evidentemente la República ( la segunda) fue parida y parió
a no pocos literatos e intelectos que más tarde muchos de ellos, no dudaron en
repudiar en lo que se había convertido ese proyecto nacional: un puente para el
extremismo
Que los borbones no hayan
sido la Casa Real más avezada en
éxitos es algo que no se le escapa a
nadie, como tampoco se le escapará a nadie que Juan Carlos ha tenido un papel
determinante en la reciente historia.
Pedir un referéndum por
una república es una reclamación legítima, faltaría más, pero el exigirlo sí o
sí me repele un poco, sobre todo cuando se confunde República con socialismo y
comunismo ( sí, a estas alturas aún hay quienes reclaman el socialismo cubano o
venezolano como paradigma de la calidad de vida #enviadodesdemiiphone5) . Quizá
si se dejara hueco desde la izquierda a que muchos de derechas pudieran decir,
mano a mano, “yo soy republicano” y poder cantar aquello que cataban
falangistas
Que no queremos ¡No!
reyes
idiotas ¡No!
que no
sepan gobernar
e
implantaremos ¡Sí!
porque
queremos ¡Sí!
el
Estado Sindical.
Pero sobre la República
ha caído el estigma de la ideología y ya se identifica República con izquierdas,
y claro, ante eso, mi postura es tajante. No quiero saber nada de República.
Quizá es que en este país
jamás hemos entendido que significa la República, quizá sea que, como decía
Arturo Pérez Reverte, no tuvimos nuestra época de guillotina. Tampoco creo que
haga falta a estas alturas, ya pasó la oportunidad.
Parece que la llegada de
la República solventaría todos los males patrios como si en lugar de poner una
corona, pusiéramos otro escudo los males que asolan estas tierras fueran a
desaparecer como la niebla al amanecer.
No niego el derecho, como
digo, a pedir un referéndum, pero para esto existen unas elecciones, y a día de
hoy, la mayoría republicana no existe y el someter a la mayoría a los dictados
de la minoría es antidemocrático y nada que nazca de una imposición de este
tipo tendría sentido ni sería sostenible en el
tiempo.
El príncipe
heredero ha de coger el trono cuanto antes para dar estabilidad al
país, y ponerse de inmediato a ejercer sus labores, con respeto, con
reverencia y con sacrificado servicio a España y a su pueblo. Ha de
ganarse el puesto.