Davinia Bono.
Esta semana aparecían en los medios
estadísticas del barómetro del mes de octubre y el sondeo de opinión pública.
El paro y la corrupción se mantienen como máximas preocupaciones de los
españoles. La gente se pregunta: ¿Dónde está el límite? ¿En quién podemos
confiar? ¿Qué más puede suceder? ¿Alguien va a hacer algo para cambiar esta
situación? Son preguntas del día a día y que nos hacemos todos, tanto afiliados
a los partidos como simpatizantes, políticos como apolíticos, jóvenes como
mayores. En este sentido todos pensamos lo mismo. Pero realmente ¿todos somos
iguales? Desde luego la respuesta es que no.
Si entramos en internet y buscamos la
palabra “política” nos encontramos con una definición, en la que yo al menos
creo al cien por cien. Del latín “politicus” (relativo al ordenamiento de la
ciudad o los asuntos del ciudadano) es una rama de la moral que se ocupa de la
actividad, en virtud de la cual una sociedad libre, compuesta por hombres y
mujeres libres, resuelven los problemas que le plantea su convivencia
colectiva. Un quehacer ordenado al bien común. Es decir, aquello para lo que
me levanto cada día. Aquello para lo que, al menos, los concejales del equipo
de gobierno del Partido Popular de Sagunto seguimos trabajando para resolver
los problemas de nuestros vecinos.
Sin embargo, lejos de esta definición,
cuando pronunciamos la palabra político en la calle escuchamos sinónimos como
corrupción, demagogia, sectarismo o incompetencia. Malas definiciones que
afectan en mayor o menor medida a la clase política honrada de nuestro país.
Por desgracia, somos nosotros, los políticos
honrados, los que nos “partimos el pecho” todos los días para defender nuestro
partido. Los que estamos en primera línea de fuego, los que representamos a la
política local, los que tenemos que escuchar y aguantar insultos, amenazas,
menosprecios que nada tienen que ver con nuestra gestión municipal. Aun así,
parece que este tipo de cuestiones tenga que ir, sí o sí, con el cargo. O
incluso que forme parte de nuestro ADN por el hecho de pertenecer al Partido
Popular.
Pero, nosotros también tenemos un límite.
Formamos parte de la ciudadanía, cansada de gente que se jactaba de ser “trigo
limpio” en los programas televisivos diciendo cosas como que “hay que sacar del
país a los sinverqüenzas corruptos” y luego haya resultado ser el cargo más
importante imputado en la red de corrupción “Operación Púnica”.
El origen da igual. Pueden ser de izquierdas
o derechas, sindicatos u ONG’S. Lo importante es el destino. Tolerancia Cero
con los corruptos, vengan de donde vengan. Mano dura, hay que dar un golpe
sobre la mesa. Hemos de anticiparnos y actuar. No basta con pedir perdón. No
basta con cesar de sus cargos a dichos representantes políticos, ni con
suspenderles de militancia. Hace falta esa regeneración de la que tanto se
habla.
Tal y como escribió Oscar Wilde:
“Todos estamos en las alcantarillas, pero algunos miran hacia las estrellas”.
Los militantes, simpatizantes y afiliados del PP queremos un partido limpio.
Queremos volver a sentir orgullo y no vergüenza, por nuestro partido y por el
resto de los políticos que conforman el panorama español, sean del color que
sea. Es una necesidad de todos y para todos. Es una prioridad por la que vamos
a seguir luchando hasta conseguirlo.
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