Una orientación
sexual no heterosexual mal aceptada por el entorno puede dar lugar a
problemas psicológicos. Dicho entorno puede estar actuando como
maltratador en este sentido, sin bien no siempre es un maltrato
intencionado. Cuando el trato hacia la orientación sexual no es el
óptimo se dan problemas muy comunes, que tienen que ver con la falta
de autoestima relacionada con lo que se conoce como homofobia
interiorizada, es decir, la visión negativa de todo lo gay aprendida
de los mensajes que llegan del exterior e interiorizada. Es entonces
cuando aparecen la falta de autoestima, problemas como la depresión,
la ansiedad, el consumo de drogas…
El
equipo de psicólogos de ifeel ha recopilado los principales
comportamientos o actitudes dirigidas a personas no heterosexuales
que pueden afectar a la larga a su salud mental:
1.
Plumofobia
Perpetuar la idea de que el gay ideal es el que carece de pluma puede
ocasionar en el sujeto homosexual sentimientos de rechazo hacia uno
mismo. Se trata de una actitud homófoba y, por tanto, sexista, según
la cual se puede aceptar que un hombre sea homosexual pero que su
homosexualidad no sea visible a través de lo que conocemos como
“pluma”, esa gestualidad considerada convencionalmente como
femenina y que, desde este punto de vista, no es apropiada en ningún
hombre, bien porque lo convierte en risible, menos presentable o
menos atractivo sexualmente. Cuando no es capaz de contrarrestarla,
el gay con pluma (o que cree que la tiene) tiende a hacer más rígida
su postura, a modificar artificialmente su manera de hablar, a
robotizar sus gestos. Cree que su manera de expresarse o moverse no
son apropiadas en un hombre, no tiene una percepción sana de su
propia masculinidad y tiene miedo a que su orientación sexual sea
demasiado visible.
2.
Passing.
El passing es la concepción de que un hombre o mujer transexual
deben pasar como hombre o mujer cisgénero, es decir, cuya identidad
de género coincide con el sexo que les fue asignado en el momento
del nacimiento. Con frases como “no se te nota nada” intentamos
provocar un sentimiento positivo en el receptor del mensaje, pero
realmente mandamos el mensaje de que si se te nota has cometido algún
tipo de delito. La persona trans que percibe esta actitud puede
sentirse inadecuada, señalada o infravalorada, sobre todo si percibe
que la persona que le hace ese comentario no tiene claro qué
significa ser una persona trans y por tanto en su comentario no queda
claro qué es exactamente lo que no se nota. Las personas trans
necesitan ser creídas en lo que son, es decir, hombres o mujeres,
independientemente del aspecto que presente su cuerpo.
3.
Sugerir terapia psicológica.
Hay que partir de la base de que a todo el mundo le iría bien contar
con un terapeuta, pero la salud mental no está relacionada con la
orientación, es decir, ninguna orientación sexual es un problema de
salud mental. De ofrecerse al colectivo LGTB, la psicoterapia va en
otra dirección: no tanto de asumir la propia orientación sexual y
resolver dudas al respecto -la mayoría resuelve este tema de manera
natural en la adolescencia y primera juventud- sino de construir y
reparar una imagen positiva de sí mismos y poder tener una vida
sexual y afectiva sana. Cuando sugerimos a alguien que conocemos que
inicie una terapia psicológica se supone que es porque necesita
encontrarse bien, resolver algún conflicto, trabajar habilidades o
desbloquear decisiones vitales.
4.
Asociar la masculinidad o feminidad a la orientación sexual.
“No me creo que sea gay porque es muy masculino”. Este tipo de
comentarios insinúan que los gais son femeninos y las lesbianas
masculinas. La feminidad o masculinidad son constructos culturales
relativos, que no se pueden medir en una escala objetiva y que no
tienen que ver con la orientación sexual sino con la expresión de
género que tiene cada persona. En definitiva, una persona puede ser
masculina o femenina de muchas maneras, no solo de las consideradas
convencionales o estereotipadas. No entender adecuadamente esto es lo
que genera discriminación, lo que a su vez genera en la persona
discriminada una sensación de ser inadecuadamente diferente, no ser
una persona honorable. Es decir, genera un grave problema en la
autoestima de la persona.
5.
Emitir juicios sobre la vida sexual o de pareja.
A menudo se da por hecho que en el mundo no heterosexual las
relaciones de pareja son poco duraderas, estables o sólidas. Se
sobreentiende que hay más infidelidad, que la tendencia a establecer
relaciones sexualmente abiertas es un signo de inmadurez o de
incapacidad para el compromiso, o se juzga negativamente la
abundancia de vida sexual (en comparación con la media heterosexual)
utilizando términos como “promiscuidad” en un sentido negativo.
Una vez interiorizados, estos juicios generan en la persona una
percepción de sí misma como alguien frívolo, que, por ejemplo, da
una importancia desmedida a su vida sexual o invierte en ella muchos
recursos. También pueden hacerla creer que en el colectivo al que
ella pertenece es imposible establecer una relación de pareja sana y
leal o que nadie va a querer establecerla con ella, si todo el mundo
es infiel, inmaduro e inapropiadamente sexualizado por naturaleza.
Esto enrarece mucho el autoconcepto de la persona y también sus
relaciones con sus iguales, aumenta su sensación de soledad o de
desesperanza respecto a su proyecto de pareja o de familia.
6.
Visión idealizada de la vida de los homosexuales.
Esto ocurre sobre todo con los hombres gais, a quienes se presupone
un físico extremadamente cuidado y bello, un estatus socioeconómico
alto (por su ausencia de cargas familiares), un estilo de vida muy
orientado al ocio, un ocio muy orientado al sexo, un talento especial
para todo lo que tenga que ver con diversión, organización de
eventos y cuidado de lo estético y, en general, una vida más bien
“alegre”. Estas afirmaciones, además de no ser ciertas y
extensibles a todo el colectivo, pueden generar en el sujeto una
percepción distorsionada y errónea de lo que se espera de él.
7.
Visión catastrofista de la vida de los homosexuales.
La vida de las personas LGTB no es fácil en algunos aspectos en
comparación con sus iguales heterosexuales. También es cierto que
la homofobia sistémica de mayor o menor grado en la que nacemos,
crecemos y morimos la mayoría de las personas a menudo resulta muy
perjudicial para la salud física y psicológica de las personas
LGTB. No obstante, igual que no conviene tener una visión
estereotipadamente favorable de la vida de estas personas,
particularmente de los varones gais, tampoco conviene alimentar una
visión catastrofista, es decir, también distorsionada. En este
sentido, no todas las personas que se salen de la heteronormatividad
llevan vidas superficiales, solitarias, marcadas por el sexo vacío,
la drogadicción y las enfermedades. En países como el nuestro la
infección por VIH afecta fundamentalmente a hombres gais pero la
mayoría de hombres gais no tienen esta infección ni la tendrán
durante su vida. Incluso aunque la tengan, resulta totalmente
inadecuado vincular homosexualidad a VIH (o sida, en el peor de los
casos) igual que resulta inadecuado asimilarla a frivolidad,
inmadurez o malos vicios.
8.
Desconocimiento general sobre la diversidad sexual y de género.
Existe todavía en gran parte de la población un cierto
desconocimiento sobre aspectos básicos de la diversidad sexual y de
género. Aunque la homosexualidad es conocida y aceptada por gran
parte de la población, el desconocimiento de otras orientaciones
sexuales más infrecuentes estadísticamente (bisexualidad,
pansexualidad, asexualidad, transorientación) hace que, sin mala
intención, se pronuncien juicios de valor que impactan negativamente
en el psiquismo de la persona en cuestión. Por ejemplo, si eres
bisexual, se da por hecho que te gusta todo el mundo o que te atraen
mujeres y hombres por igual. Si eres pansexual (es decir, si te
pueden llegar a gustar todo tipo de personas independientemente de su
género y su sexo) se da por hecho que eres un depredador sexual al
que le gusta todo el mundo. Si eres asexual entonces la gente piensa
que eres una persona reprimida. Si eres interesexual se dice que eres
hermafrodita o se te confunde con una persona trans. Si eres trans
no se te considera un verdadero hombre o mujer y si tu género es no
binario (no te identificas ni con un hombre ni con una mujer)
entonces ya sí que la confusión entre orientación, identidad y
estado de salud puede ser enorme.
Manejar
adecuadamente unos conceptos básicos y no emitir juicios ni
presuposiciones sobre cómo es una persona únicamente a partir de la
orientación sexual o identidad de género con que se presenta es
fundamental para no contribuir al prejuicio social, el señalamiento
y la LGTBfobia social e interiorizada.
9.
Presunción universal de heterosexualidad y cisgénero.
El hecho de que a nivel estadístico lo más frecuente sea que
alguien sea heterosexual y cisgénero, unido a factores culturales e
ideológicos, hace que presupongamos el género por el aspecto físico
e incluso determinemos qué personas les atraen sexualmente. Esta
presunción se practica entre adultos, pero también hacia niños y
bebés, y la mayor parte de las veces es acertada, excepto cuando la
persona es trans y su sexo biológico no coincide con su identidad de
género, o cuando la persona es intersexual, y su cuerpo no permite
determinar con certeza el sexo biológico de la persona. Es entonces
cuando aparece el conflicto interior. Es lo mismo que cuando se le
pregunta a alguien si tiene novio o novia en función de si es hombre
o mujer. Cada una de estas situaciones, acumuladas desde la infancia,
refuerzan la percepción no solo de que hay que hacer un esfuerzo
extra para aclarar lo que se es, sino que quizá lo que se es no es
adecuado y por eso nadie cuenta con ello de antemano, lo cual es
tremendamente conflictivo.
10.
Explicar de manera distorsionada las causas de la no
heterosexualidad.
Si una persona gay nace o se hace es algo que lleva mucho tiempo
intentando esclarecerse y, aunque se ha avanzado al respecto, no se
ha llegado a una explicación única, precisa y sencilla al respecto.
Por tanto, las explicaciones de la homosexualidad como un estilo de
vida, una opción o algo que se hereda directamente de los padres son
completamente falsas, incluso aunque la genética pueda tener su
propio papel.
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